Orgullosa diversidad

Vamos terminando un mes y una semana que vienen marcados por el Día Internacional del Orgullo y en el que os animo a abrir el zoom de nuestras lentes personales, para abarcar el concepto de diversidad. Sí, hagamos gran angular sobre lo que es diferente, lo distinto. Será por mi sana curiosidad, mis infinitas ganas de aprender, me gusta explorar lo extraño, lo no habitual, lo poco conocido. Es cierto que en numerosas ocasiones puede resultar muy cómodo permanecer en la tan manida “zona de confort” y nos asusta, o al menos tomamos distancia, de lo que “no se parece a nosotros”, “lo que no entra en la norma”. La magia ocurre, sin embargo, cuando nos atrevemos a ir más allá, rompemos los prejuicios y nos acercamos a lo diferente, desde el respeto.
 

Reconocer, respetar y celebrar las diferencias individuales nos enriquece y fortalece como comunidad. En los últimos años hemos avanzado mucho en este terreno, sin lugar a dudas, pero todavía existen barreras y prejuicios que dificultan la plena inclusión. Imaginaros por ejemplo un puzle de cientos de piezas, aunque algunas reflejen algún objeto con identidad propia, cobra su total sentido cuando todo el conjunto está encajado, de hecho, si faltase tan solo una pieza, la imagen global perdería su encanto. Con nuestra sociedad sucede algo similar: la diversidad de “piezas” es la que permite su funcionamiento.
 

Recuerdo mi primera vivencia internacional, con tan solo doce años, cuando nos trasladamos a Bruselas – estoy hablando de mediados de los 70-, me encontré en clase rodeada de compañeras y compañeros de distintas razas, religiones, culturas, lo que abrió mi puerta de la tolerancia y el respecto. Entendí el concepto de diversidad de manera vivencial que es como, generalmente, mejor se integran los aprendizajes. A partir de ahí reconozco que no solo se ampliaron mis fronteras externas, si no, sobre todo, las internas, las que en gran parte de las ocasiones perpetúan patrones inconscientes de comportamiento que nos impiden avanzar. 
 

La diversidad puede ser sexual, como la que se celebra estos días, pero también cultural, biológica o funcional. Cuando las organizaciones promueven la inclusión, crean una cultura integradora que valora y respeta las opiniones y experiencias individuales.  Se van derribando así, poco a poco, las barreras y las desigualdades estructurales que impiden la igualdad efectiva. Por otra parte, atraen mayor talento y clientela por su capacidad de comunicarse desde distintas perspectivas. Según el Harvard Business Review, los equipos diversos son “más inteligentes”, ya que son más objetivos con los hechos y más innovadores en los negocios. Enfocar el valor de las diferencias, genera además, una economía más humana y sostenible que pone a la persona en el centro.
 

La visibilidad de la diversidad es el siguiente paso para alcanzar esa total integración. El silencio, muchas veces cómplice, no permite el auténtico despliegue de políticas inclusivas en las organizaciones. El uso del lenguaje es una de las mejores herramientas para generar entornos de inclusión. Cambiando nuestra manera de hablar podemos hacer mucho. No se trata de lo que decimos si no cómo lo decimos. Mientras sigamos aplicando etiquetas, estamos marcando las diferencias desde un punto de vista no inclusivo, y por lo tanto enriquecedor, sino excluyente. 
 

En definitiva, se trata de sentir orgullo de la diversidad y recordar que las diferencias nos enriquecen y el respecto nos une.

Orgullosa diversidad

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