La Navidad al rescate

para muchos ciudadanos no son estas las fiestas navideñas más felices de sus vidas. Problemas individuales aparte, que cada uno tiene los suyos e inciden en nuestro estado de ánimo, mirando hacia fuera es imposible evadirse de las guerras de Israel-Hamas y de Ucrania-Rusia que representan una orgía de destrucción, de muerte y de sufrimiento.


En el interior es muy inquietante la profunda división en el país partido en dos mitades, con los nacionalismos independentistas con “mando en plaza” y la resurrección de las dos Españas. Esta vuelta atrás, que creíamos superada, está dejando un reguero de preocupación e incertidumbre que recuerdan tiempos pasados dramáticos. Con este panorama no es fácil mantenerse cuerdos e ilusionados.


Pero a lo largo de estos días viene a rescatarnos la Navidad que nos convidan a liberarnos de tristezas y angustias, de preocupaciones e inquietudes, a dejar a un lado tantos asuntos pendientes para sumarnos a la alegría general.


Pasado mañana, las voces blancas de los niños de San Ildefonso cantan la lotería y anuncian el comienzo de todas las fiestas que cautivan de una manera especial porque la Navidad, religiosa o laica, compendia nuestra civilización, desprende y contagia un aire festivo que sostiene y alimenta nuestra cultura colectiva de viejas tradiciones y arraigadas costumbres, de esperados retornos y emocionados encuentros y de añoranzas y recuerdos de los que ya no están. Su más genuina expresión son los deseos corales de paz y felicidad.


Entre toda la simbología navideña la tradición más icónica y hermosa que se conserva en muchas culturas es la de los “pesebres o belenes” que representan el nacimiento de Jesús en Belén. En ellos están el Niño con María y José, los Reyes Magos, los pastores y muchas otras figuras que recrean y recuerdan aquel hecho histórico.


Galicia tiene una amplia lista de belenes navideños -Begonte, Viveiro, Valga, Catedral de Santiago, Belén de Baltar en Ourense…-, algunos están catalogados como de Interés Turístico y todos tienen una larga tradición. Su montaje y su escenografía detallada los convierten en verdaderas obras de arte que cautivan a los mayores, creyentes o agnósticos, y hacen las delicias de los niños.  


Los belenes, además de representar el acontecimiento del Portal de Belén, son como un tratado de etnografía al incorporar figuras que recogen las peculiaridades culturales de cada lugar con escenas que recrean tradiciones laborales, como los viejos “oficios” ya desaparecidos -muiñeiros, zoqueiros, tecelanas, afiador, costureiras…- que recuerdan  las actividades con las que muchos de nuestros antepasados se aseguraban su existencia. Es otra de las razones por la que merecen ser visitados. ¡Feliz Navidad!.

 

La Navidad al rescate

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