Natural(mente)

Las inmediateces, el asfalto, las redes sociales, la hiperconectividad… y todo aquello que de manera general nos “engancha” con el día a día tiene sus puntos positivos como el rápido acceso a la información, la conexión con las personas que no podemos ver habitualmente porque están lejos o los intercambios. Sin embargo, nos aleja de los momentos de silencio, el contacto más personal, los ritmos serenos… El equilibrio, al menos para mí, consiste en combinar ambos aspectos. Soy persona urbanita, que siempre – o hasta la fecha- ha vivido en ciudad pero que disfrutaba de sus veranos de montaña en el pueblo de los abuelos paternos, Murias de Paredes, o las cabalgadas por las estancias de amigos en mi adolescencia uruguaya. La libertad de ese contacto con la naturaleza, de ese tiempo en el que no hay tiempo porque los relojes parecen detenerse, los ruidos se tornan sonidos y melodías de pájaros, viento, caballos… Hoy en día, cuando puedo, sea en Murias, El Caurel o la Costa da Morte repito esas experiencias como una vuelta a los orígenes. Es mi suerte de mindfullness particular en el que me permito vivir ese instante sin más, ese presente del que hablaba la semana pasada.
 

Si en la ciudad la atención plena nos exige una práctica y a veces un mayor esfuerzo para evitar los “ruidos”, los diálogos externos, los excesivos estímulos. La naturaleza nos conecta de manera más inmediata, nos hace presentes con nuestros sentidos.
 

Si permanecemos por un tiempo prolongado en esa presencia plena, nuestro cuerpo empieza a despertar y activa nuestros sistemas representacionales1 más “dormidos”: se afina el oído y somos capaces de percibir sonidos que parecían inicialmente escondidos, los olores penetran con nuevos matices e incluso aparecen colores e intensidades de luz que a simple vista no se percibían. Poco a poco entramos en sintonía con ese espacio y sus ritmos.
 

La palabra Naturaleza tiene como origen “nacer”, se trata pues de volver a la vida y son múltiples los beneficios que nos trae el contacto con ésta:
 

-los sonidos de la naturaleza relajan
 

-el aire puro que respiramos es beneficioso para la salud
 

-conectamos con la conciencia ecológica
 

-caminar descalzos por la arena o la hierba nos descarga de tensiones
 

Y muchos otros que podríamos enumerar, tanto fisiológicos, psicológicos como cognitivos.
 

Los espacios, en línea general, determinan comportamientos, relaciones, estados de ánimo. Los entornos naturales, en particular, despiertan nuestra creatividad, la autoestima, la calma. Seguro que recuerdas momentos de conversaciones “delicadas” cuyas sensaciones o resultados han sido muy distintos, dependiendo de los lugares en las que han acontecido.  Por ello, es importante elegir, y crear contextos específicos que pueden favorecer que ocurran las cosas. Desconectar para conectarse.
 

En Galicia lo tenemos fácil, todavía hoy, podemos decir que contamos con entornos naturales que resultan un oasis en medio de la emergencia climática en la que vivimos. No necesitamos un fin de semana para poder escapar a un lugar que nos cargue las pilas. Quienes tenemos el privilegio de vivir en ciudades como A Coruña, podemos disfrutar de playa, bosques, acantilados muy cercanos y, semanas como ésta con un festivo como el que nos ha regalado el Día das Letras Galegas, conectar con nuestras “fuentes” de bienestar.  ¿Cuál es tu lugar refugio?

Natural(mente)

Te puede interesar