Meigas fóra!

Esta noche disfrutaremos de alguna sardiñada, bailaremos alrededor del fuego, saltaremos alguna que otra cacharela, las más valientes se atreverán con un baño nocturno y seguro que no faltarán los ramos de siete hierbas a la luz de la luna.  Es noche de purificación, de quemar lo viejo y malo con el fin de dejar espacio a nuevas oportunidades y deseos. 
 

Una buena noche para reflexionar sobre las cosas que queremos cambiar y enfocarnos hacia los proyectos de futuro. Dinámica que con frecuencia practico en los equipos con los que trabajo, generalmente a final de año, pero en no pocas ocasiones también en esta época, para hacer balance y enfocar la recta final del ejercicio económico.
 

Todo suele partir de observar el momento presente, prestando especial atención a los obstáculos a los que nos enfrentamos. En esas situaciones, es fácil dejar que nuestras mentes y acciones giren como una espiral fuera de control, es lo que yo llamo el efecto “rumiar”. Un espacio donde habitan muy a gusto los egos, alimentándose del “drama” y distrayéndonos de la realidad y lo importante.
 

Es poco realista pensar que todo va a ser perfecto y las dificultades que nos encontramos por el camino, no significan necesariamente que hemos llegado al límite y que no existe posibilidad de transformación.  Claro que puedes vivir situaciones de conflicto, sentirte mal por decisiones que han sido tomadas sin tener en cuenta tus aportaciones, pero la clave está en mantenerse firme y no quedarse en el enganche de la negatividad. Ese comportamiento agota nuestro tiempo y nuestra energía, herramientas fundamentales para mejorar y seguir avanzando.
 

Con un poco de disciplina, la reorientación de esta energía negativa hacia un lugar más positivo es más fácil de lo que podamos creer. Se trata de tomar el control de la situación antes de que ésta nos controle a nosotros. Desidentificar, una cosa es la situación, la circunstancia y otra muy distinta soy yo. No somos nuestras circunstancias.
 

Estas son cinco formas en las que, en un trabajo en equipo, pero también de manera individual, podemos transformar, como en el fuego de San Juan, las experiencias negativas:
 

1.Hacer un ‘Reality Check’ (verificación de la realidad): nuestra historia, no nuestra realidad, es lo que realmente nos causa estrés cuando nos enfrentamos a un conflicto. Asignamos motivos y especulamos hasta que re-escribimos la historia a nuestro favor y nos ponemos como las víctimas. Cambia, enfócate en ignorar la situación y vuelve a los hechos reales de la misma. Piensa en cuál podría ser la siguiente acción que tú o tu equipo podríais tomar para cambiar el foco, adquirir el aprendizaje y seguir avanzando.
 

2.Claridad acerca de los motivos: recordar los objetivos más allá de lo que esté ocurriendo en ese momento. Se trata de dirigir la mirada hacia el éxito transpersonal, más allá del propio, y no hacia querer tener la razón. 
 

3.Sé el cambio: no observemos lo que falta – eso nos pone en la queja- preguntémonos ¿qué es importante aportar?  Es hora de mostrar cualidades como una mentalidad abierta, paciencia o flexibilidad.
 

4.Practicar la mirada de amor y respeto, dejando al lado la rabia y el miedo: más allá de las peculiaridades de la personalidad de cada uno, podemos identificar lo que están tratando de comunicar o de conseguir y, desde ahí, actuar en consecuencia.
 

En definitiva, para que llegue lo nuevo, tenemos que eliminar lo que ha quedado obsoleto y lo que únicamente aporta negatividad. Abrirse a lo nuevo implica dejar atrás lo viejo sin rencor. Así que a saltar la hoguera, quemar lo negativo y abrazar sueños. Meigas fóra!

Meigas fóra!

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