Feliz Pascua dentro de lo que cabe

En esto estamos:


A la pandemia, ya sin mascarillas y con información bajo secreto, custodiada, escondida.

A Macron y Le Pen, con votos ajenos, votos prestados, votos negados. En Francia se juega algo más que el resultado de unas elecciones.


A Putin, con armas para defender la integridad de Ucrania y con firmeza contra la agresión y contra los muros al diálogo que está levantando, pero escasas esperanzas de que eso sirva para detener la guerra.


A Núñez Feijóo, con tantos apoyos oportunistas como zancadillas y trampas. Las encuestas no valen hoy, sino el día que Sánchez convoque elecciones. Importa menos el programa que tiene que ofrecer, las leyes que quiera hacer, los compromisos que adquiera que su pacto o no-pacto con Vox.


A Vox, con cordón sanitario y vetos para impedir que toque más poder, mientras siguen en el Parlamento, sosteniendo al Gobierno, “partidos racistas, supremacistas y anticonstitucionales”, como escribe, con razón, Raúl del Pozo. La duda es si el poder o el veto limitan su progresión o impulsan su crecimiento.


A Sánchez, con problemas, problemas y problemas, cada vez con menor capacidad de respuesta. No es tiempo de marketing sino de consensos.


A los sediciosos independentistas catalanes, con medidas para rebajar su culpa y decisiones para que su bolsillo no sufra demasiado, mientras siguen llegando los dineros de todos para salvar su pésima gestión.


A los jefes de ETA, la Justicia les levanta las alfombras mientras el Gobierno da beneficios inmerecidos a los que siguen presos y desprecia a las víctimas.


A los ciudadanos, con subidas de precios --sobre todo, alimentos, electricidad, combustibles, bienes de primera necesidad--, inflación galopante y escasas medidas para frenar el crecimiento de la desigualdad.


A la Comisión Cremades, con desconfianza y vetos antes casi de empezar a trabajar, mientras de la Comisión del Defensor del Pueblo seguimos sin saber nada. La Iglesia tiene que seguir dando pasos al frente con transparencia.


En casi todo, prima la acumulación ideológica partidista sobre los intereses públicos, los reales de los ciudadanos. Y cuando la ideología se opone al sentido común o se impone sobre él, pierde la razón y ganan los populismos, los nacionalismos y la intolerancia.

Dice ese gran escritor griego mudado a Suecia, Theodor Kallifatides, que “ninguna guerra soluciona más problemas que los que crea”. Tampoco ningún veto, ningún cordón sanitario construye nada si se hace contra los ciudadanos.


Con primer cordón sanitario, el Pacto del Tinell, entre socialistas e independentistas catalanes para eliminar al PP, empezó la decadencia en Cataluña. Aznar quiso acabar con el PSOE y Zapatero y Sánchez quisieron lo mismo con el PP. Sobran muros y faltan puentes entre demócratas que creen en la democracia y respetan la Constitución.


Los católicos celebramos estos días la Pascua de Resurrección, la que debería dejar atrás “el hombre viejo” y sus obras, para que naciera “el hombre nuevo”, limpio de odios, de maldades, capaz de construir la tierra nueva. Ojalá que seamos capaces de cambiar nosotros para cambiar el mundo. Al menos, mantengamos la esperanza.

Feliz Pascua dentro de lo que cabe

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