Emocion(arte)

He de confesar que cada vez que preparo una formación, suelo visualizar en seguida el esquema, sin embargo, el contenido, las dinámicas, van fluyendo a lo largo de varios días. Casualidad o causalidad la vida me sirve muchas veces en bandeja, las experiencias, referentes o información de valor para preparar el taller. Desde la primera persona. Así fue como, recientemente, realicé un bonito viaje por las cuatro emociones básicas: rabia, tristeza, miedo y alegría. Un paseo maravilloso para diseñar Emocion(arte). ¿Te apetece acompañarme?


1) Identificar: Lo primero que tenemos que hacer es identificar, saber de qué emoción se trata y dónde la sentimos. Esto implica reconocernos, superar la negación. Por regla general, no nos enseñan a mostrarnos tal cual somos, especialmente en el entorno profesional o lo que yo llamaría de “relación pública”. Nos empeñamos en mostrar una faceta que esconde nuestro lado “vulnerable”, aquel que se acerca a emociones como el miedo o la tristeza, ya que estimamos, en muchos casos, que esto nos hace más débiles. Por el contrario, siendo genuinos, somos más fuertes. Comparto en este sentido, las investigaciones de Brené Brown quién descubrió que, a medida que nos inmunizamos para sentir emociones negativas, también vamos alejándonos de vivir las positivas. No podemos dejar que nuestro corazón se congele.


2) Vivir: Expresar lo que sentimos y entender el mensaje que la emoción nos trae es el siguiente paso. Leer lo que está pasando nos ayudará a tomar una decisión respecto a si queremos seguir reaccionando o actuar, es decir, si disparamos nuestro automatismo habitual o le ponemos un mayor grado de conciencia y tomamos la actitud de quién realmente queremos ser. Como decíamos antes, vulnerabilidad no es debilidad. Por el contrario, implica mostrarnos desde nuestro lado más genuino, reconocer que podemos sentir rabia, dolor, miedo… a pesar de lo cual seguimos adelante. Nuestra vulnerabilidad es nuestra fortaleza y nos conecta de una manera más auténtica con los demás, sin máscaras.


3) Transformar: Una vez entendido el mensaje de la emoción, podemos transformarla. Y toda transformación parte de la gratitud. En cada movimiento (al fin y al cabo la etimología de la palabra emoción viene del latín emotĭo, que significa «movimiento o impulso», «aquello que te mueve hacia») hay una intención positiva. Una vez que lo entendemos podemos agradecer y actuar desde una posición distinta, más cercana a quién deseamos ser. Vuelvo a las cuatro emociones que os cité al inicio. Cada una nos trae un mensaje, unos posibles obstáculos si no le prestamos atención o lo que yo llamo el efecto bálsamo, y por supuesto una herramienta de transformación.


La rabia grita “¡Basta ya! ¡No puedo más!”, es el reflejo de una sensación interna de injusticia. La vocecita de la negación que le suele acompañar es “bueno, cálmate, no es para tanto”. Ante esa situación y si acallamos esta segunda voz, la rabia nos puede impulsar al cambio, nos lleva a movernos hacia lo más afín a nosotros mismos. Se trata, por lo tanto, relativizar y avanzar. A continuación, nos suele visitar el miedo. Nos indica los “peligros”, generalmente imaginarios. Nos impide seguir adelante, nos paraliza y suele escuchar a la crítica, tanto externa, como interna. Su voz repite “no vas a ser capaz” y le encanta el exceso de racionalización. Cambia el dial, sintoniza el de tu autoconfianza, recuerda tus logros y busca conectar con tus sponsors emocionales, las personas que te apoyan de manera sincera.


Puede que entonces sigas avanzando y te topes con la tristeza. ¿Porqué? Has dejado atrás una parte de tu personalidad y la añoras. La tristeza es el síntoma de ese “duelo”. No es tiempo de apegos si no de agradecer lo aprendido y soltar para seguir ligeros de equipaje hacia la alegría, el símbolo de los logros, del “todo está bien”.


Todo un viaje y todo un arte aprender de este camino.

 

Emocion(arte)

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