Desconectar para conectarte

Qué tal de vacaciones? ¿A dónde te vas este verano?  ¿Te has librado de estar en una mesa electoral? Frases que escucho, una y otra vez en las conversaciones de mi entorno.  Planificando o disfrutando las tan ansiadas vacaciones, en contra de lo que cabría esperar, pueden ser fuente de estrés. No son pocas las personas incapaces de desconectar del trabajo y la rutina, por un lado, y gestionar el tiempo de ocio, por otro. La tormenta perfecta que se va nutriendo el resto del año y estalla en verano.


Tenemos muy presente la necesidad de ser productivos y minusvaloramos la importancia del tiempo de ocio, cuando es imprescindible para mantener la salud mental y un estado emocional en equilibrio. Necesitamos desconectar para asimilar aprendizajes, distanciarnos y desde ahí observar con claridad nuestros proyectos para el último semestre del año. Decirlo es fácil, hacerlo menos. Son muchas las tentaciones y a mayores parece que, en culturas como la nuestra, “queda bien” no permitirse muchos días descanso. “Yo ya no sé lo que son más de 7 o 10 días de vacaciones”, es la frase del héroe o la heroína responsables. Por suerte, frente a esta actitud, hace no poco escuchaba a un gran empresario y CEO confesar lo mucho que disfruta de sus viajes a Formentera, su espacio de desconexión, tiempo con familia y amistades y, sobre todo, momentos de recargar pilas para seguir aportando a su equipo y su empresa de una manera más creativa y equilibrada.


Tomé nota y me lo aplico para mí. Me tuve que repetir internamente que querer desconectar no me hace menos responsable, ni peor profesional, al contrario, muestra que me propongo ser más efectiva a mi regreso, venir con ideas e ilusiones renovadas y aire fresco.


Las vacaciones son tiempo para nosotros mismos o para quién nosotros queramos. Son espacio para romper la inercia de hábitos tales como el “todo para ya” y nos permiten entrenar el “hay cuestiones que pueden esperar”.  En todo caso, cuanto más en serio nos tomemos ese período de desconexión, más nos conectaremos con nuestras auténticas necesidades y, en definitiva, con nosotros mismos.


El verano es época para parar, conectar con el no hacer, incluso aburrirnos. Dejarnos llevar por esos días que parecen no acabarse nunca y se juntan con noches de paseos, algún que otro concierto y enriquecedoras conversaciones.  Andar más lento, mirar despacio.


Dejar quizás atrás el olor a asfalto y recuperar brisa marina, hierba seca o hierba mojada de tormenta estival -que, aunque no siempre gusta, hace falta-. Si a todo esto nos animamos a practicar la desconexión digital, al menos parcialmente, la “desintoxicación” será más beneficiosa.


¿Qué tal si probamos algunas actitudes?


•Fuera móviles:  no son nuestra batería, “perderlo” durante unas horas al día es una sana costumbre que nos ayudará a recuperar un ritmo más orgánico de los días.


•Capa de invisibilidad “social”: no, no se trata de que no nos relacionemos, pero de que lo hagamos de tú a tú. Las redes sociales pueden sobrevivir sin nosotros y nosotros sin ellas. Un poco de invisibilidad no nos va a desposicionar, por el contrario, da muestra de nuestras prioridades.


•No somos nuestro Whatsapp: ¿conexión o cadena? Podemos silenciarlo y ganar presencialidad real.


En definitiva, las vacaciones pueden ser un excelente momento para escucharnos y encontrar tiempo para pensar sin ruido e interrupciones, tiempo para levantar la mirada y no ver a través de una pantalla si no a los ojos. Desconectar para conectarnos.

 

Desconectar para conectarte

Te puede interesar