Los bancos de alimentos siguen siendo la última esperanza de muchos ciudadanos. Sin las Cáritas parroquiales, cientos de miles de españoles estarían a la intemperie porque les falta lo indispensable para comer, para pagar la luz o la casa. Hablamos de sobrevivir en medio de esta gran crisis. Sin la Iglesia y sin tantas ONG la tragedia personal sería aún mucho más grave. Ahora que todos estamos obligados que hacer la declaración de la Renta, tenemos la posibilidad de hacer que una pequeña parte de nuestros impuestos, el 0,7 de nuestra cuota íntegra, vaya donde más se necesita. Dos casillas de esa declaración pueden decidir que las ONG y la Iglesia Católica puedan seguir desarrollando una labor impagable.
La pandemia, lo ha dicho la voz incontestable de Caritas, ha condenado a once millones de españoles a la pobreza severa: la fractura social, la desigualdad es innegable, crece. Cada día hay más ciudadanos, unos pocos, que viven mejor, que ganan más y muchos millones que no llegan a fin de mes, que necesitan ayuda para sobrevivir. La pobreza en los hogares de extranjeros en nuestro país es tres veces mayor que en las casas españolas.
La Iglesia y las ONG son transparentes en la gestión de ese dinero y rinden cuentas de manera exhaustiva. El año pasado 8,5 millones de españoles, católicos en su mayoría pero también de otras confesiones o sin creencias religiosas, marcaron la casilla de la Iglesia. Cuarenta mil más que el año anterior, aunque por causas de la crisis, el dinero final, 295,5 millones, fue menor por causa de la crisis. Es apenas una tercera parte de la financiación de la Iglesia, pero es un dinero fundamental para atender causas sociales que 24.500 sacerdotes y religiosos, 100.000 catequistas, 70.000 voluntarios de Caritas y 11.000 misioneros desarrollan cada día. La Iglesia católica atendió el año pasado a cuatro millones de personas. Cáritas a millón y medio. Las ONG a varios millones.
No cuesta más, no vamos a pagar más, no nos van a devolver menos dinero si marcamos las casillas de la Iglesia y la de otros fines sociales. Al contrario, nuestra ayuda se multiplica. No es dinero que da graciosamente el Gobierno de turno. Lo decidimos nosotros, cada contribuyente. Cada euro que vaya a la Iglesia o a las ONG es dinero que llega de forma callada, silenciosa, segura a los que lo necesitan. Es dinero para mitigar la pobreza, para la justicia social. Son instituciones que, con aciertos y errores, siempre tienen las puertas abiertas para los refugiados de las guerras y para los desplazados por las crisis. Ellos siguen acogiendo y dando de comer cuando nadie lo ve. Marca las dos casillas este año de nuevo. Si no lo has hecho nunca, hazlo por primera vez. Hay que tejer refugios para convivencia y la solidaridad.