Hay dos clases de dictadores: los que ven conspiraciones en su contra allá por donde van y los que se consideran indestructibles. O Putin es más fachada de lo que parece o está en el segundo grupo. Y con esa confianza arrolladora seguro que no se esperaría que en plena demostración de su poder como es la invasión a Ucrania los servicios secretos rusos estuviesen planeando una especie de golpe de estado. Al parecer, esta acción militar les estaría pareciendo una chapuza propia de alguien que no merece estar al mando del Kremlin y de ahí la idea de arrancarlo de su sillón presidencial. Que la posibilidad de un plan para deponer a Putin haya salido a la luz tampoco es que hable muy bien de los espías, pero nos quedamos con el menor de los males.