Señales inequívocas de que el verano coruñés –que no necesariamente coincide con el meteorológico– está a la vuelta de la esquina: tenemos antojo de churrasco, los más valientes se han calzado las sandalias y la duna de Riazor está a punto de ser historia. Lo que significa que ya no hace falta que juguemos a imaginar que estamos en Maspalomas y trepemos por el muro de arena para tomar el sol.