Mucho, mucho miedo

Más allá de 1983 cuando el grupo Eskorbuto sacó al mercado aquel tema que decía “mucha, mucha policía”, los nuevos tiempos obligan a cambios que, algunos, llaman modernidad y otros denominamos incertidumbres. Sabina, más elegante, insistió en lo mismo con el tema “Pacto de caballeros”. Quizás entonces, en plena transición, la policía jugaba un papel importante para cuidar el desarrollo normalizado de los acontecimientos políticos de la época, hoy las cosas han cambiado y la policía está en las calles, pero manifestándose para pedir la protección del gobierno porque su autoridad está mermada por decisiones políticas y jóvenes asilvestrados que se enfrentan a los miembros de las fuerzas de seguridad del estado con casi total impunidad. Parece que alguien ha decidido que la sociedad debe de vivir con miedo porque, una ciudadanía atemorizada es más dócil y mucho más influenciable. Si lo piensan, llevamos muchos años conviviendo con el miedo hasta el punto que lo hemos aceptado como crónico e incorporado a nuestras rutinas. Si en 2008 el temor a la pérdida del empleo y el negro futuro de nuestros jóvenes nos ocupaba y preocupaba, trece años después la cosa no mejoró y, no conformes con eso, incorporamos nuevos temores hasta abarrotar nuestra mochila para hacerla insufrible. Hoy también tenemos miedo por la pandemia y sus nuevas variantes cuyas apariciones no nos dan respiro, ni vacunados. Ahora nos amenaza la Ómicron de la cual nos dicen: es 500 veces más contagiosa que las otras. Con eso nos meten miedo, es cierto, pero ¿Quién ha certificado tal cosa? Nadie, pero lo sueltan y ahí queda. Según las informaciones que tenemos, los casos que han aparecido de esta variante se están saldando con sintomatología leve y no requiere hospitalización, pero, una vez sembrado el miedo, cada uno lo administra como le parece, y lo cierto es que todos estamos atemorizados. No salimos de esta y ya nos anuncian un “improbable” apagón global que vacía las estanterías de las ferreterías y pone a prueba de nuevo nuestra resiliencia. Tampoco los datos económicos nos dan muchas esperanzas, una inflación desmesurada, que supone en la práctica un impuesto a la pobreza, aparca las previsiones de crecimiento del gobierno que los organismos locales e internacionales rebajan cada día poniendo en jaque la validez de los presupuestos generales del estado de los que presume Sánchez. Ahora tenemos miedo a fin de mes, que a muchos hogares llega al día 15 y tampoco abrimos el buzón tranquilos porque las facturas y los impuestos han roto ya las huchas familiares. El precio de la luz, las pensiones, la próxima cuesta de enero, las colas del hambre, las ocupaciones de viviendas, etc. etc. En las calles los policías, los ganaderos, las enfermeras, los transportistas, el sector del metal, la Mariña lucense y tantos y tantos colectivos que han decidido enfrentarse al miedo porque les preocupa su propia supervivencia echándose a las calles. Debe el gobierno tomar nota de la realidad y actuar porque el miedo es paralizante, pero, cuando nos supera puede llegar a empoderarnos. En este punto las reacciones son imprevisibles. Un ruego al gobierno, no rompan la paz social, ese es un valor que nos pertenece a los ciudadanos y que los gobernantes deben preservar, no nos compliquen más la vida, ya es suficiente.

Mucho, mucho miedo

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