En el verano de 2020, casi recién salidos del confinamiento, empezaban a circular los mensajes de supuestas fuentes fiables –siempre hay un primo de un vecino que sabe las cosas de buena tinta– que alertaban de cierres de zonas sanitarias y avisaban a la población de que saliese de ellas cuanto antes a disfrutar de la libertad. Pero entonces éramos irresponsables y egoístas, no como ahora, que hemos mejorado una barbaridad como raza humana. Tanto, que se nos ha ocurrido que, ante la posibilidad de que haya nuevas restricciones de cara a la Navidad, lo mejor es que adelantemos las cenas de empresa a noviembre. No vaya a ser que nos quedemos sin la posibilidad de olvidarnos por una noche de las mascarillas y la distancia de seguridad que nos preocupamos por mantener en la oficina y salir a rozarnos bien con todo tipo de desconocidos durante las copas con las que acaban siempre estas citas. Eso sí que es estar avispados.