¿Perdonó al rey Gaspar?

Cayetana Álvarez de Toledo parece ser una ciudadana de sentimientos extraños y reconcentrados: jamás perdonó a Manuela Carmena el vestuario que lució el rey mago Gaspar en la Cabalgata de 2016. También podría decirse que es de sentimientos duraderos, pero si éstos van ligados a la lealtad, entonces no puede decirse.


En un celebrado tuit que la marquesa de Casa Fuerte dirigió a la entonces alcaldesa de Madrid, Cayetana le juraba a ésta inquina eterna por el soponcio que se llevó su hija de seis años al ver que la indumentaria del rey Gaspar no se ajustaba a los cánones. Se ve que la chiquilla esperaba otra cosa, una túnica más monárquica y menos de mago, y la madre no se lo pensó dos veces y arremetió públicamente contra la regidora, que, en puridad, ni era la modista que había diseñado el traje, ni la sastra que lo había confeccionado, ni tenía en el caso ni arte ni parte, y mucho menos responsabilidad alguna en el sofoquín de la criatura, de las dos criaturas.


Aquella Cabalgata queda algo lejos, pero Cayetana, lamentablemente, cerca, y con ella una de sus más definitorias características personales, la de la irreflexión. Se sabe que ella supone de sí misma todo lo contrario, que es un portento de raciocinio y de la racionalidad, pero aquél no pensárselo dos veces por una bobada (sólo su repuesta lo fué) ha marcado su trayectoria política, por llamarla de algún modo. En efecto; la señora Álvarez de Toledo no sólo es irreflexiva en la dialéctica improvisada de la vida ordinaria, sino cuando, con más tiempo para la serena ideación, se pone a escribir un libro, también por llamarlo de algún modo.


De los pasajes que se van filtrando de su “Políticamente indeseable” de inminente aparición se pueden, para quien no tenga otra cosa mejor que hacer, deducir varias cosas, sobre todo referentes al cotilleo o despellejamiento intrapartidario, mas quienes sí tienen cosas mejores que hacer, lo único que pueden deducir de los entrevisto bajo la prosa relamida de la autora es la distancia sideral que hay entre quien es y quien ella cree que es. No es cosa infrecuente, bien es verdad, ese divorcio entre lo que somos y lo que creemos o queremos convencer a los demás que somos, pero en el caso de la que jamás podrá perdonar a Manuela Carmena por el berrinche de su hija, ese divorcio llega a extremos inmarcesibles.


A uno, la única duda que le queda es si finalmente perdonó, si no a la ex alcaldesa, sí, cuando menos, al pobre rey Gaspar.

¿Perdonó al rey Gaspar?

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