La retirada de las mascarillas en el recreo –que por cierto, ha fracasado porque no hay colegio en el que los niños jueguen a metro y medio de distancia unos de otros– es la punta del iceberg. Lo que realmente está provocando debates enconados es si en la oficina uno está obligado a llevar la cara cubierta o no. Que después de meses de teletrabajo en los que se han acostumbrado a lo bueno, al que no le cuesta respirar le salen granitos. Así que andan las empresas como locas buscando la norma que regule el uso de las mascarillas. No vaya a ser que las lleven sin necesidad –hola, soy una pandemia y sigo aquí–. Justo ahora que llega el frío y las ventanas se cierran y sabiendo que la distancia interpersonal no es suficiente para evitar los contagios. Si es que nos pasa poco... foto: Una oficina con mascarillas y distancia | efe