En el primer Clásico sin Cristiano ni Messi el recurso que quedaba para que la cita pareciese casi tan atractiva como antaño era poner el foco en las estrellas jóvenes. Ansu Fati, la gran esperanza de un Barça muy necesitado de ilusión, contra Vinicius, el mejorado. No era mala idea y el brasileño del Madrid puso todo su empeño en que funcionase. Nadie hizo más que él por convertirse en protagonista absoluto del partido. Hasta iniciar la jugada del que parecía que iba a ser el único gol. Pero ni por esas. Igual decir que tenemos la mejor Liga del mundo ahora es exagerar.