La espantada de los bancos

En Santiago, vecinos del casco histórico y ciudadanos de a pie, comerciantes y las fuerzas políticas de la ciudad se manifestaron en contra del cierre de las oficinas de BBVA y Sabadell de las Rúas do Vilar y Preguntoiro, que consideran un agravio. El Concello realizó gestiones para revertir la decisión, pero ambos locales ya cerraron sus puertas el viernes pasado. Los agravios a la ciudad y a los vecinos nunca importaron a los bancos que, con la frialdad de siempre, seguirán recogiendo en otras sucursales sus ahorros para “invertir” a su conveniencia.


También se manifestaron los vecinos de Campo Lameiro, Portas, Carballedo, A Baña, Zas, Mesón do Vento, Vimianzo y otras localidades contra la decisión de Abanca de cerrar “sus oficinas” dejándolos desatendidos y abandonando estas poblaciones abocadas a engordar la “Galicia vaciada”, porque una oficina bancaria en una localidad rural es un polo de atracción de otros negocios del comercio, la hostelería y servicios varios que desaparecen con su cierre.


Las movilizaciones tampoco conseguirán cambiar la decisión del banco y las sucursales desaparecerán de estos pueblos dejando sin servicios financieros a una clientela que demostró su fidelidad durante lustros a las desaparecidas Cajas, sus antecesoras. El recorte de empleo consiguiente es dramático para Galicia que necesita de la colaboración de todos, sobre todo de empresas como Abanca que obtienen aquí pingües beneficios, también en las sucursales que cierra.


Es verdad que los bancos no son ONGs, pero sorprenden las espantadas de esta entidad que pierde la vinculación con tantas localidades de Galicia que es “su mercado natural”. Estar presente en los pueblos y atender a los clientes, sobre todo a los mayores, los más vulnerables, es la mejor Obra Social y la única fórmula para cautivar el ahorro galaico, que es la clave que apuntala su negocio y los resultados obtenidos hasta ahora.


El banco aún tiene su red más importante en Galicia y anuncia que seguirá ofreciendo sus servicios a través de la oficina móvil y de cajeros. Algo es algo. Pero es difícil entender que sean los concellos y la Xunta quienes tengan que pagar con el dinero de los gallegos los cajeros de esta y otras entidades que abandonan los pueblos, pero no el negocio.


Abanca tiene una buena trayectoria y seguirá obteniendo elevados resultados si mantiene su fidelidad a Galicia. Un alto directivo de la entidad decía hace tres años que “lo que nos hace diferentes es poder hablar con un cliente de cuanto mide un ferrado o produce una batea”. Esa conexión con la idiosincrasia gallega la que pierden cerrando oficinas en los pueblos del interior y de la costa. Ojalá los gallegos no le pasen factura.

La espantada de los bancos

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