Un Glovo rural que apuesta por cuidar las aldeas y combate la soledad del mayor

Un Glovo rural que apuesta por cuidar las aldeas y combate la soledad del mayor
Los trabajadores de la empresa se reunieron con motivo de su 25 aniversario | CEDIDA

Los que hemos pasado veranos en aldeas gallegas conocemos la figura del repartidor del camión-ultramarinos y los más avispados sabrán distinguir el sonido de su claxon frente al del panadero o el de los congelados, que también llegaban a la puerta de casa.

Un servicio imprescindible en el rural que se ha convertido en un modelo de negocio de éxito en el caso de Alimentación Bravo, una empresa familiar de Mesía que recorre al estilo de Glovo u otras plataformas los municipios de las comarcas de A Coruña y Betanzos, entre otros, y cumple 25 años. Todo comenzó en 1996, cuando Jesús Sánchez se subió a su furgoneta para llevar productos a las localidades más aisladas. “Ahora mismo somos ocho personas en la empresa y tenemos cinco camiones con otro en camino, y mi padre está jubilado pero todavía se le ve por aquí. Le gusta ver lo que hemos conseguido”, dice Sonia Sánchez, la hija del fundador y actual gerente de la firma.


La pandemia ha atraído a jóvenes al campo y la empresa busca “ofrecerles las mismas comodidades que tienen los núcleos urbanos”, dice la gerente, Sonia Sánchez 


Sánchez decidió dar “un aire nuevo” a la empresa cuando tomó las riendas, modernizándola y aprovechando las nuevas tecnologías para hacerla llegar más lejos. “Hemos estrenado página web y también nos hacen pedidos por Whatsapp. El servicio fue pensado en sus inicios para la gente mayor pero estamos sensibilizando a mucha gente joven que se ha venido a vivir al rural”.



Retorno a las aldeas


La pandemia “aceleró”, dice Sonia, el retorno de la juventud al campo. “Las aldeas se están quedando sin gente pero cada vez hay más personas que apuestan por instalarse en ellas y es importante que tengan las mismas comodidades que ofrecen los núcleos urbanos”, destaca Sonia Sánchez, quien añade que el reparto que ofrecen supone a los usuarios ganar tiempo al no tener que ir al supermercado, “algo muy cotizado en estos tiempos”.

El confinamiento fue “muy duro”, explica, “pero nosotros fuimos unos privilegiados”. “Daba miedo ir sola por la carretera pero tuvimos muchísimo trabajo y creo que el servicio social que hacemos se acentuó ahí, porque había gente que no hablaba con nadie en todo el día hasta que llegabas tú”, recuerda la gerente, que destaca la labor de los repartidores para preocuparse por los mayores de las aldeas, combatiendo su soledad crónica.

“Ellos conocen a los vecinos mejor que nadie y algunos entran a casa a colocar la compra en la estantería. Nuestro empleado más antiguo, tras 25 años, es casi de la familia, charla con todos ellos y también asume a tarea de hacer un ‘chequeo’ y ver que el cliente está bien, especialmente si es mayor”, que organizó el [10 octubre] una comida de homenaje a ese primer empleado. 

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