Los partidos se van de fiesta

Los partidos, en medio de tanta zozobra de lava y pandemia, se divierten, se van de fiesta: la del PCE, con Iglesias incluido, fue este fin de semana; la del PP, desde este lunes y hasta el domingo; la del PSOE, a mediados de mes. Y hasta Podemos inicia unas jornadas de ‘reflexión’. Pero se trata de eso: de festejos, en los que veremos a Aznar y Rajoy, a González y Zapatero, cada uno con los suyos. Es como otro adiós definitivo al pasado: las viejas glorias apoyando a las generaciones nuevas ante la muy larga batalla preelectoral. Lo que no se acaba de ver, entre tanto fasto, son las ideas rupturistas, un estilo inédito, más conciliador, de hacer política.


Que Aznar y Rajoy, en jornadas diferentes, muestren su apoyo a Casado es lógico; como lógico es que Almeida y Ayuso se presten a entrevistas y fotos juntos para mostrar, a las puertas de la convención ‘popular’, que de sus rencillas no hay nada. Y nada más natural, ¿o no?, que el hecho de que González, cuyas diferencias de criterio, de talante y de talento con Sánchez hace tiempo que dejaron de ser un secreto, acuda a apoyar al actual secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en el 40 congreso de ‘su’ partido.


Son las cosas que gustan a nuestras folclóricas formaciones políticas: mítines de abrazos y, sobre todo, de aplausos militantes y entusiastas. Eso, mucho más que ir a hablar en el Parlamento, que hace siete años que no conoce un debate sobre el estado de la nación. De la frivolidad que nos corroe dan buena cuenta las reconversiones en tertulianos, o en entrevistados de lujo, como Iván Redondo, de los ex que hicieron y deshicieron casi a placer en el país. Se acaba la poltrona y llega el micrófono, en el fondo, seguir callando lo que cuando se estaba en el poder se ocultaba, que no hay que herir susceptibilidades ni provocar posibles ‘vendettas’ del ‘jefe’.


Este, el de los aplaudidores pelotas y las falsas reconciliaciones entre los afines, va a ser el marco que va a definir este octubre la superficie del clima político, tan enrarecido en el fondo, que respiramos. Olvidemos cuanto antes el ridículo hecho por el ‘caso Puigdemont’ y montemos cuanto antes la Mesa del diálogo imposible, que la consigna es simplemente pirotécnica: ganar tiempo. ¿Que los jueces están enfadados? Que les den, que no nos distraigan, que estamos de fiesta, digo de convención, de congreso, de mítin, llenando plazas de toros que son como un botellón político. ¿Y después? Pues después... lo que dijo el flemático lord inglés ante el incendio de su ‘manor house’: qué disgusto me voy a llevar mañana.

Los partidos se van de fiesta

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