La tele-olimpiada

Dos postales humanas remitidas desde Tokio por dos atletas tan distintos y distantes como David Valero (mountain bike) y Simone Biles (gimnasia) nos han recordado que detrás de la gloria deportiva siempre hay un premio o un precio.

Lo primero, en el caso del español, que nos conmovió a todos con su sentida y sencilla conversación familiar. Lo segundo, en el caso de la gimnasta americana, derrotada por su propia ansiedad. He ahí el fruto amargo de la insoportable presión externa que exige y exige con inaplazable sed de victoria.

Es lo que me queda de las trasnochadas de los Juegos Olímpicos. Por lo demás, me imagino que entre nosotros habrá mucha gente agradecida al destino que descartó a Madrid como sede de los Juegos Olímpicos de 2020, aplazados a 2021 por culpa de la pandemia. Vemos que están siendo posibles después de un sinnúmero de dificultades. Y no parece que las compensaciones vayan a ser suficientes en rentabilidad tangible e intangible para que el país del sol naciente.

No va a ser un buen negocio para Japón, cuyo desembolso calculado ronda los 13.000 millones de euros. Un presupuesto cuyos ingresos han quedado seriamente mermados con la deserción de patrocinadores, desencadenada a medida que la pandemia iba imponiendo sus restricciones en todos los países del mundo. Las pérdidas rondarán los mil millones de euros.

Y en materia de intangibles habrá que esperar, aunque inicialmente la propia opinión pública del país nipón (hasta un 70% de los japoneses) estaba favor de la suspensión. Por miedo al contagio importado de todo el mundo en un país con apenas una quinta parte de población vacunada, si bien el dato se compensa con un bajísimo índice de contagios (30 por cada 100.000 personas).

La espectacular ceremonia inaugural, con el inolvidable virtuosismo de los drones, en un impresionante derroche de luz, color y música de conocidos videojuegos japoneses, dio la señal de salida a los que pasarán a la historia como los Juegos de la pandemia.

Están marcados por el tele-seguimiento impuesto por la Covid. Y por esas gradas vacías, que ya nos enfriaron el ánimo en el desfile de las delegaciones olímpicas en el acto inaugural.

En definitiva, competiciones descafeinadas por la falta del público motivador. No es lo mismo, no es lo mismo.

La tele-olimpiada

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