El rastro del hombre

Burgos bulle de vida. Exposiciones, cultura, música, conferencias, danza, teatro, literatura, etc. Con visitas obligadas a la cartuja de Miraflores, el Museo de la Evolución, las Edades del Hombre, la catedral y los yacimientos de Atapuerca. Es el resultado de una colosal conjunción de esfuerzos públicos y privados que reclaman una innegociable meta volante en ejemplar reencuentro de lo eterno con la modernidad.


El columnista tuvo la ocasión de hacerlo el pasado fin de semana. Y en el regreso a la desquiciada tarea de interpretar la actualidad política no me quito de la cabeza un salmo del poeta José Luis del Rio Galarón: “Siento piedra, que siempre estás”. Nos da la pista para hacernos los encontradizos con la materia prima que esculpe la memoria del hombre. En los cantos rodados del rio, el silex fundacional, empedrados caminos a Compostela y la inspiración de los canteros de Dios.


La fecha-pretexto es la del 20 de julio. Lo demás viene por añadidura. Todo al paso del rio Arlanzón, igual de silente e igual de eterno. La fecha se corresponde con el 800 cumpleaños de la catedral de Burgos. Fue en esa fecha de 1221, en vísperas de la definitiva unión de los reinos de Castilla y León, cuando Fernando III y el obispo Mauricio pusieron la primera piedra del templo que hoy es Patrimonio de la Humanidad.


De los 800 años de la catedral a los 800.000 del “chico de la gran Dolina”. Ahí tenemos la fecunda pausa liberadora del confinamiento por la pandemia para volver sobre los pasos de la especie humana y hacer el doblete en ese inacabable libro abierto que es la sierra de Atapuerca, a unos 15 kilómetros de la capital burgalesa. Empezando por lo último: la cueva Fantasma, donde aparecieron vestigios del hombre neandertal, posteriores en el tiempo a los del rey de Atapuerca, el llamado “chico de la gran Dolina”. O sea, el hombre “antecessor”, el primer europeo, descubierto el 8 de julio de 1994 por la arqueóloga Aurora Martin Nájera.


En “Templo, color y tiempo”, el pintor José Antonio Marticorena recurre a un híbrido de acuarela y teléfono móvil para fletar una primorosa creación fotográfica del templo, ilustrada por unos textos del mencionado poeta que “estaban esperando para formar parte de este libro”.


Una indeclinable invitación a reencontrarse con el gran monumento del gótico español. Pero no menos indeclinable es revisitar los yacimientos de Atapuerca y reencontrarse con el “estrato Aurora”, que es el desvelado secreto de que la especie humana contaba en su árbol genealógico con un hasta entonces desconocido miembro: el “homo antecesor”. Uno de los mayores reclamos de Atapuerca por lo que representa: el homínido europeo más antiguo que se conoce.


No se pierdan una visita a este Burgos inabarcable, tanto en la modernidad como en los más viejos vestigios de la especie humana.

El rastro del hombre

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