ALLÁ por la noche de los tiempos, cuando era cantautor, Lluís Llach guardaba en la funda de la guitarra un palo al que él llamaba L’Estaca. O era de buena madera, porque acabó en el desván cuando decidió dedicarse a otras actividades –viticultor y diputado independentista–, o le dio un tratamiento antipolilla fenomenal, porque la recuperó recientemente y amenazó con ella a los funcionarios advirtiéndoles de que morirían entre terribles sufrimientos si no apoyaban la desconexión. Ahora se siente víctima del 155 y ha renunciado a ser candidato el 21-D. Como le dé por volver a la música, no parece fácil que sus giras se extiendan por toda España. FOTO: lluís llach | aec