JESÚS se lo dijo a Pilatos: “Mi reino no es de este mundo”. Pero han pasado tantos años desde entonces que para algunas cosas sí que lo es. Por ejemplo, para el mantenimiento de sus edificios monumentales y de rebote de quienes trabajan en ellos –ora et labora–. De hecho, la catedral de Lugo ya se ha convertido en una de las fuentes de supervivencia. Quienes quieran acceder a su interior tendrán que pagar una cantidad, de la que estarán exentos quienes sean asiduos del templo. Vamos, una especie de tarjeta de puntos, pero en versión canónica. No suena bien, pero el fervor religioso pasa a ser como el 2x1 del súper. FOTO: exterior de la catedral de lugo | aec