La izquierda tiene barra libre

Pienso que la derecha necesita referentes, personas que desde sus premisas ideológicas, militantes o no, tengan el reconocimiento social y el crédito suficiente como para merecer el respeto de sus conciudadanos que, estando o no de acuerdo con ellas, les reconozcan talla moral como para reflexionar sobre sus planteamientos sin prejuicios o sectarismos previos que desdibujen los contenidos de sus pensamientos. Más allá de tertulianos que gozan de cierta popularidad y que suelen ser polemistas es imprescindible que desde la sociedad civil surjan voces que refuercen ideas y conceptos que se puedan contraponer a las letanías de una izquierda radicalizada que solo sabe aplicar la ley del embudo y siempre con la parte ancha a su favor. A fecha de hoy, el pulso conceptual lo está ganando esta izquierda. Eso no es lo preocupante, están en su derecho, lo inquietante es que esa izquierda quintacolumnista está nutrida de gente sin talla moral o intelectual que puedan avalar sus proclamas. Al dejar vacante este frente, la derecha consiente por omisión, que la opinión publica reciba mensajes claramente escorados a babor y que saben utilizar la manipulación mediática como auténticos virtuosos. Veamos algunos ejemplos, dice la izquierda que el PP no puede pactar en ningún lugar con Vox porque eso los convierte en ultras despreciables y antidemócratas pero al mismo tiempo y los mismos pensadores aplauden los pactos de la izquierda con los herederos de ETA, con los golpistas de ERC o con los “kale borroqueros” de la CUP, que se dedican a alentar los actos terroristas en las calles de Cataluña. Estos pactos izquierdistas han sido normalizados y ya ni se discuten, hasta el punto de aceptar a Bildu como partido de estado, como hizo el vicepresidente Iglesias. Tampoco parece llamar la atención ver al etarra Otegui acompañando en actos públicos a algunos partidos mientras líderes del centro derecha con sus manos limpias de sangre son recibidos a pedradas en algunos lugares de España, esta aberración también parece estar normalizada por los pensadores que predican desde la izquierda. Algunos todavía pensamos que la democracia se basa en el voto del pueblo y es esto lo que da voz a los partidos que alcanzan representación en las instituciones. La derecha no tiene la habilidad de movilizar sistemas de comunicación política que den equilibrio al debate y conformen opinión. Una carencia que debe corregir con urgencia si no quiere entregar la victoria a sus adversarios. La izquierda cuida a sus medios y a sus telepredicadores, la derecha es, muchas veces, excesivamente generosa con sus críticos y muy poco solidaria con los que se dejan la piel en la defensa de sus principios. Algunos justifican estos gestos como razonables para que la izquierda valore la bondad de la derecha, otros pensamos que es un complejo mal gestionado porque, al final, la cabra tira al monte, después vienen las lamentaciones. La última victoria conceptual de los voceros de la izquierda tiene como protagonista a la ley llamada de “muerte digna”. Esto ya roza lo cabreante porque tal expresión da carta de naturaleza a “muertes indignas” que serían todas las demás y esto es intolerable. Según la RAE, lo digno es “merecedor de algo” y la dignidad es “gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse”. ¿Acaso es indigna la persona que quiere luchar por vivir hasta su último suspiro? Conozco muy bien, desgraciadamente, el dolor del enfermo y su familia cuando la muerte acecha y no seré yo quien juzgue ninguna manera de enfrentarse a ese dolor, pero tampoco aceptaré que se tabulen valores de dignidad o indignidad a ninguna forma de muerte. Edulcorar conceptualmente desde el sectarismo decisiones personales que afectan a la moral individual de cada persona, es una práctica que la izquierda también maneja con soltura. Recuerden a Manquiña en Airbag: “el conceto es el conceto”.

La izquierda tiene barra libre

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