La política ya no es cosa de machos alfa

Observo una buena acogida general a las palabras de la hasta ahora bastante desconocida candidata de Mas Madrid a la presidencia de la Comunidad, Mónica García, quien, desechando la oferta lanzada por iglesias para que ambas candidaturas concurriesen juntas, ha propinado un varapalo a quien aún sigue siendo vicepresidente del Gobierno. “Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que, en los momentos históricos, nos pidan que nos apartemos”, lanzó la señora García. Acertó quizá más de lo que ella pensaba.


Cuando comencé a seguir la actualidad política española, apenas tres o cuatro mujeres se sentaban en el Congreso y solo Soledad Becerril, y no en la primera hora, accedió a un Ministerio. La política, con algunas contadas y no siempre afortunadas excepciones, ha venido siendo cosa de hombres.


Pero eso, confío, ha sido hasta ahora, cuando llegó Mónica García y mandó parar. Parar a iglesias, que se había permitido hacerle una oferta tramposa, incitándola a someterse a unas primarias frente a él. Una legión de mujeres, unas más competentes políticamente que otras, me parece, se ha lanzado a la política en estos últimos años, haciendo espero que imposible que las próximas elecciones generales solo tengan candidatos masculinos a la Presidencia del Gobierno. Hoy, el Ejecutivo de Sánchez se sustenta en mujeres de valía, como Carmen Calvo, Nadia Calviño, Margarita Robles o Yolanda Díaz, recién ascendida por algunos méritos más, me parece, que el dedo designador de Pablo Iglesias. El plus político en las mujeres es que desdeñan ese carácter testicular, de ‘ordeno y mando por mis h...’, que impera en la política masculina española.


Y cuando algunas de esas mujeres tratan de imitar actitudes despóticas y prepotentes, pierden mucho de su valor político. Por eso yo no quiero en el Gobierno de mi país personalidades como la de Irene Montero o la que parece que es ‘ministrable’ Ione Belarra; se trata de evitar la confrontación, no de fomentarla. Los méritos para ser ministro en un país como España deben ser otros diferentes a la cooptación, al ‘dedazo’, a las complicidades o a los enchufismos. Espero que el presidente del Gobierno lo tenga en cuenta a la hora de remodelar un Gobierno que va necesitando una crisis amplia como el comer: no puede haber ni cuotas políticas pactadas ni una rigidez total en las ‘listas cremallera’ ni menos, claro, prepotencias de género.


Tengo esperanza en que las mujeres, algunas mujeres que van despuntando, den un giro al tono belicoso y de chulería que, todavía este miércoles, comprobábamos en la sesión parlamentaria de control al Ejecutivo o en el debate de la lamentable moción de censura en Murcia. Incorporar a la mujer a la tarea política de primera fila es no solo una obligación, sino una necesidad, porque precisamos urgentemente enriquecer este lamentable secarral político en el que nos hemos venido convirtiendo. Por eso me uno a quienes tanto han celebrado el elegante bofetón dialéctico que, sin citarle, ha propinado doña Mónica García a quien creyó que podría asaltar los cielos y, de paso, cuanto debajo había de las nubes, el propio Estado entre otras cosas.

La política ya no es cosa de machos alfa

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