La contaminación más ecológica de la ministra

LA movilidad de la abuela Carmena es de aquella manera. No, no se trata de hacer un chiste de mal gusto sobre las limitaciones que impone la edad, sino de la movilidad que tan de moda está para hacer más llevaderas las ciudades. Casi recién investida alcaldesa, cuando aún presumía de que iba al despacho en el metro, la cazaron montada en el coche oficial; meses más tarde se presentó en la celebración del Día sin Coche también a bordo del automóvil de representación. “Uy, he metido la pata; no me he acordado y he cogido el coche, pero volveré al ayuntamiento en autobús”, trató de disculparse cuando la cacharon en el renuncio. A la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, le pasa un poco lo mismo. Condenó los coches de gasoil –“el diésel tiene los días contados”– pero no predica con el ejemplo, pero tiene dos coches de gasóleo, uno de 2007 y otro de 2011, altamente contaminantes. Cuando le preguntaron por tan exquisita muestra de congruencia respondió: “Voy andando o en bici a todas partes”. Como para creerla.

 

La contaminación más ecológica de la ministra

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