Una cabeza clara

Parafraseando a don José Ortega, la realidad vital es esencialmente confusa e intrincada. Aquel que sea capaz de orientarse con precisión en ella, el que vislumbre bajo el caos que presenta toda situación vital la anatomía secreta del instante; en suma, el que no se pierda en la vida, ese es de verdad una cabeza clara.
Traigo a colación las palabras del ilustre pensador porque el periodismo perdió la semana pasada a Juan Ramón Díaz, un periodista de “cabeza clara” que nunca se perdió en medio de la confusión que tantas veces genera la realidad prosaica y siempre supo contar a los lectores la historia continuada de nuestra cultura de forma original y veraz.
 Nadie como él sabían interpretar el pasado cercano o remoto y entender la rabiosa actualidad del presente de la que hacía análisis certeros. Y muy pocos eran capaces de proyectar rayos de luz para prever el desarrollo futuro de determinados acontecimientos. Seguramente por eso sus colegas le otorgaron el título oficioso de ser el periodista mejor informado de Galicia, galardón honorífico bien merecido.
El cúmulo de información que procesaba a diario le hacía ser también un periodista sosegado y escéptico, convencido de que, utilizando sus propias palabras, “nunca pasa nada y si pasa, nada es grave y si fuera grave, no importa”. Poseía una proverbial agudeza, combinaba sabiamente el artificio, la ironía y un gran sentido del humor con el recurso de las frases cortas, casi lapidarias, que aportaban luz para entender la realidad. En este sentido, era un “desfacedor” de tópicos y eufemismos, un desmitificador de personajes y situaciones.
Juan Ramón Díaz creó escuela. Tanto en el ejercicio de la dirección de una cabecera gallega a la que llevó a las cimas de tirada y difusión, como en la dirección de personas y equipos de trabajo acogiendo opiniones, incorporando iniciativas y tomando las decisiones necesarias. De su “taller” de periodismo salieron cualificados profesionales, redactores y directores, un logro profesional del que su carácter reservado le impedía presumir. Con su muerte, el periodismo gallego y nacional pierde a un periodista eminente, un experto conocedor de la órbita mediática, un gran contador de historias, y los amigos perdemos a una persona amable, serena y conciliadora. Pero en Galicia queda su legado: dignificó la profesión periodística y contribuyó a que esta tierra fuera más libre, culta y plural por estar más y mejor informada.

Una cabeza clara

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