Un AVE que no vuela en Galicia

más allá del telón de grelos hay un mundo de trenes de alta velocidad que permiten cruzar el país en lo que se tarda en ver un par de películas. Viajeros que no tienen que llevarse la tartera y el cojín para hacer suyo el asiento en el que pasarán las próximas diez horas. Ciudades comunicadas por rutas que pasan más de una vez al día. Con horarios para elegir. Un universo de luz y color que se mueve al ritmo del siglo en el que estamos.
La promesa de la llegada del AVE a Galicia es un cuento que hace tiempo dejamos de querer que nos contasen. Ya hemos pasado por todo tipo de etapas: primero nos ilusionamos con el proyecto que nos vendían como una revolución que nos cambiaría la vida. Seguiríamos en la esquina del mapa, pero menos. Los estudiantes se imaginaban volviendo a casa desde la capital para pasar el fin de semana, los que viajaban por trabajo soñaban con olvidarse del avión y los que reniegan del coche planeaban visitas por media España. 
Luego empezaron a hablar de retraso. No sabíamos entonces que esa palabra acompañaría para siempre cualquier información sobre la alta velocidad gallega. Una cuestión burocrática provoca un retraso, un inesperado problema con el trazado provoca un retraso, una complicación con las voladuras provoca un retraso, las inclemencias del tiempo provocan un retraso. Cambiaron los gobiernos varias veces y lo único invariable era el retraso.
El último, qué más da ya el motivo, podría suponer que la puesta en marcha se retrase hasta 2021. Otra fecha, la enésima, que no marcaremos en el calendario. Para qué, si hemos aprendido que el AVE es una quimera. Que le pregunten a aquellos estudiantes que llevan más de un decenio lejos de las aulas o a los que se jubilaron esperando hacer sus viajes de trabajo en tren.

Un AVE que no vuela en Galicia

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