El suflé de los políticos

Recuerdo que de niño en Ourense, mi tierra natal, había un restaurante al que me llevaban mis padres porque al final de la comida el camarero llegaba con una gran bandeja de suflé. Durante años ha sido mi postre preferido. Hoy lo recuerdo con agrado y quiero utilizar el sabor pastelero y frío para hablar de la clase política en este año que dejamos y que, desde mi punto de vista, ha sido un annus horribilis, con una tensión permanente y dejando huella de la mala relación existente entre los que consiguen acta de diputado y que, por su falta de entendimiento y por intereses personales, nos hicieron repetir la vuelta a las urnas.
Muchos de estos políticos han sido como el suflé: hecho a base de inflado que con una mala manipulación achica su volumen. Y también como el postre mal rematado se han ido bajando porque el horno en el que se fue cociendo se abrió prematuramente.
Para mí, los dos suflés más destacados que se fueron cocinando en estos doce últimos meses tienen los nombres de los protagonistas de los “Picapiedra”: Pedro y Pablo. Pedro Sánchez, el socialista, y Pablo Iglesias el podemita. Los dos salieron del horno antes de tiempo y se fueron desinflando como le ocurre a los malos cocineros cuando no saben aplicar bien la receta culinaria. Ellos quisieron sacar la política antes del tiempo del horno, bajo el marchamo de la unidad de la izquierda, registrando con ello unos niveles mínimos y un deterioro máximo del partido de los socialistas y con los asamblearios de numerosas corrientes perdiendo más de un millón de votos. A los dos políticos el suflé se les bajó de golpe y ellos ni se enteraron.
Por su parte, los políticos independentistas catalanes, que siguen viviendo de eso que ellos llaman la separación por derecho de Cataluña del territorio nacional, mantienen el preparado pastelero en el horno del populismo separatista pero la cocción y el tiempo siguen sin darles la razón por que el suflé que preparan no subirá nunca.
En el mapa político gallego las Mareas, ese conglomerado que viaja sin rumbo ni destino, mantiene el fuego vivo, pero el contenido sigue quemándose por una mala cocción motivada por demasiados intereses personalistas y partidistas.
Termino con el suflé de los sindicatos, que se desinfla, culinariamente hablando, a pasos agigantados. Ellos, que son políticos y quieren seguir jugando a la política, cada vez tienen menos apoyos y presencia en la calle. Para muestra la última manifestación en la que, dicho sea de paso, no se sumaron muchos de los liberados para juntarse por las calles de la capital de España. Liberados que pagamos entre todos y que comienzan a dar la espalda a los líderes sindicales que cuando negocian convenios lo hacen más pensando en sus propios intereses que en los trabajadores.
El suflé pastelero me sigue gustando. El político nada de nada.

El suflé de los políticos

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