GOYA, DESCALIFICADO

Hoy escribo ecos de sociedad. Me refiero a esa fiesta de los Goya sectaria en todas sus ediciones anuales. Una alfombra roja rojísima tendida a cubrir necesidades –“cuestión de Estado, porque es cultura” (Resines dixit) –como si no hubiera mil actividades más que atender antes que esta industria, simple producto de mercado que persigue ganar dinero. 
Pero en vez de investigarlo, estudiarlo y fomentarlo, nuestros eruditos de la izquierda extrema comparecen con ataques a la derecha centrista y liberal, a los empresarios y a los políticos que tienen la cortesía de asistir a estos actos donde sólo sufren insultos y ninguneos, porque el sentido crítico de la progresía cinematográfica huye de denunciar o aludir a tantos sinvergüenzas suyos del “celuloide” y otros menesteres imputados en los tribunales. 
¡Pobre Goya si comprobase la utilización mediática de su nombre para semejantes ceremonias! Dramático sueño de la razón, referido a un Madrid (diciembre de 1823) tan concomitante con el actual, al borde del sepulcro, cuando la razón sueña. Igualito que los guiones narrados por el cine para disfrute y enriquecimiento personal, sin olvidar, por otro lado, que Buero Vallejo creía que Goya escuchaba a los gatos y por eso nos ha legado el mundo onírico del genial pintor, contemplando desde dentro el desarrollo de su extraordinaria potencia creadora.
Mientas esta legión oficial de peliculeros –salvando las excepciones reconocidas por todos– no tienen donde caerse muertos y persiguen un talento fílmico de que carecen solicitando ayudas, subvenciones y bajada de impuestos a cambio de un humilde huevo olvidado en el gallinero donde cacarean… Así la fiesta cabe en una simple gacetilla que hable de los atuendos de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. ¿A quienes pretenden engañar tantos rojazos enaltecidos por el presentador Daniel Rovira conduciendo el carro de los “apestados” con descalificación goyesca?

GOYA, DESCALIFICADO

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