Paso del ecuador

Dos años se cumplieron el martes de la toma de posesión de Xulio Ferreiro como alcalde de la ciudad. Aunque por muy poco, no había ganado las elecciones. Pero con los votos de Partido Socialista y BNG pudo acceder al primer sillón consistorial en el palacio de María Pita. Al decir de sus seguidores, llegaba el gobierno “da xente para a xente”. Era un día “alegre y feliz” porque A Coruña se había pronunciado “por otra forma de hacer las cosas” y se sumaba a las autoproclamadas “ciudades del cambio”.
No habían sido muchas, pero sí significativas, y fueron recibidas por la ciudadanía con la lógica curiosidad. Dos años, como digo, han pasado desde entonces. Inevitable resulta, pues, que muchos se hayan preguntado estos días si en este su paso del ecuador aquellas han respondido a las expectativas suscitadas.
Hasta ahora sus cabezas visibles han venido alegando que aún era pronto para sacar conclusiones; que un proyecto de ciudad necesita tiempo para su materialización. Pero lo cierto es que a este paso muy lejos no van a llegar, porque la sensación generalizada de ineficacia abarca no ya a los proyectos estrella en cartera, sino –lo que es más grave y significativo– al manejo de los asuntos de ordinaria administración.
Así es en A Coruña. Pero no sólo. En realidad bien puede decirse que tal inoperancia es en ellas denominador común. El cambio, desde luego, no ha sido para mejor. En plaza, por ejemplo, tan señera como Barcelona las diez más importantes asociaciones vecinales mostraban días atrás una cierta decepción ante los pobres resultados de la gestión de Ada Colau. La emblemática alcaldesa no suspendía, pero la nota media superaba el aprobado por solo tres décimas. Y nada digamos del Madrid de la simpar Manuela Carmena.
Junto con A Coruña, Santiago y Ferrol forman aquí en Galicia el trío de “ciudades del cambio”, cuyo balance de actuación ha seguido hasta el momento la pauta de sus colegas: ineficacia y sensación de parálisis. El balance que semanas atrás hacía algún medio de amplia difusión nacional y de notoria benevolencia hacia “la nueva política” era harto significativo: a duras penas lograba espigar tres o cuatro realizaciones que merecieran la pena. Mucho presupuesto participativo, mucha supuesta gestión abierta a los vecinos y mucha gaita parecida, pero poco más.
¿Ha empezado la ciudadanía a tomar nota y ser consciente de ello? Aún es pronto para que sondeos fiables vayan sentando conclusiones al respecto. Queda por delante la mitad de la legislatura. No obstante, alguna macroencuesta tempranera ha dibujado un escenario en el que los gobiernos de las Mareas mantienen e incluso aumentan su apoyo, en buena medida debido a la caída del PSOE. Con todo, la lógica y la esperanza dicen que el escenario habrá de cambiar. Aunque en política, nunca se sabe.

Paso del ecuador

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