Exabrupto social

Ese parece ser el espacio natural de los ciudadanos de este país frente a la soberana responsabilidad de gobernarse -indolencia que nos conduce inevitablemente al desastre- y sobre el que entiendo deberíamos reflexionar más allá del mero “forofismo” con el que hoy lo hacemos, en un nivel de exigencia ética y eficacia similar a la que le requerimos a nuestro club de fútbol. 

El efecto de esta indecorosa militancia es en el fondo nocivo pero en la forma festivo; nos permite soportar y tratar la corrupción, el nepotismo, el despilfarro, el matonismo y la mediocridad de nuestros políticos con el desparpajo de la algarada futbolera, a la que oportunamente animan los medios comunicación. 

Acciones a las que no le damos importancia porque no nos preocupa más allá del mero revanchismo y la consagración en el poder de los nuestros. Y no lo hacemos, porque a la postre todo sigue funcionando; hay pan, escuela, salud, trasporte…, por qué preocuparse. Y es cierto, la vida sigue atendida y atendiéndonos en lo preciso al margen de la tropa que nos gobierna, y lo hace porque detrás de ellos se mueve eficaz y organizada la economía. 

Es ella y su mundo de intereses lo que nos sostiene para así seguir siendo ella sostenible, es decir, rentable. Para la distracción dispone de la clase política, con sus ocurrencias, elocuencias, falsas promesas y fiesta que pagamos todos a expensas de los elementales servicios que nuestras necesidades demandan.

Exabrupto social

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