Inocentadas

Según el relato bíblico, tal día como hoy el rey Herodes ordenó asesinar a los niños menores de dos años nacidos en Belén para deshacerse de otro niño que los Magos anunciaban iba a ser el nuevo rey de los judíos y, en recuerdo de aquel episodio, la Iglesia Católica instituyó el “Día de los Inocentes” para honrar a los pequeños, víctimas de aquella trágica matanza.
No sabemos en qué momento de la historia este hecho sangriento se convirtió en un día de diversión para gastar bromas a amigos y conocidos con las llamadas “inocentadas” que tienen muchas formas y manifestaciones, algunas crueles por la vejación que entrañan para las víctimas.
Lo cierto es que hoy todos corremos el riesgo de ser sorprendidos –y engañados– con alguna chanza de un amigo, de un compañero de trabajo o de tertulia; por un periódico que coloca en primera página una noticia tan llamativa como falsa; o por algún comercio que adorna su escaparate con alguna trampa para la ocasión.
Claro que en este tiempo también sufrimos todo el año inocentadas poco graciosas que superan con creces a las más inofensivas de hoy. Recuerden tantas ocurrencias y decisiones sorprendentes de políticos, la poca profesionalidad de algunas empresas o la mediocridad de profesionales que parecían acreditados. Si se publicaran hoy resultarían ganadoras en el ranking de las “bromas pesadas”, con el agravante de que, más que hacer reír, perjudican a ciudadanos y clientes. Políticos, empresas y profesionales tienen a su alcance cada día más medios de difusión y comunican cada vez más frivolidades y menos ideas importantes.
Dicho esto, hoy es un día señalado en el calendario y lo importante es sobrellevar con dignidad y elegancia las bromas, engaños o burlas que, es verdad, delatan nuestra ingenuidad, pero consiguen que no decaiga el humor e impiden que en nuestro entorno familiar y social anide la tristeza.
Lástima que el buen humor de hoy no tenga continuidad. La Revista Selecciones de Raeder’s Digest, una vieja publicación leída por varias generaciones, tenía una sección titulada “la risa, remedio infalible” en la que incluían retazos de humor en forma de chistes, anécdotas y curiosidades que provocaban una sonrisa complaciente en los lectores.
Acertado título el de aquella sección porque una carcajada abierta o una sonrisa franca son el “remedio infalible” para sobrellevar con entereza los problemas y penalidades de la realidad prosaica. Que no son pocos.

Inocentadas

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