¿Qué quiso decir Sánchez?

El presidente del Gobierno tiene la mala costumbre de hacer exposiciones larguísimas, monólogos interminables, en ocasiones reiterativos. El “Rasputín” de la Moncloa, Iván Redondo, debería aconsejarle precisión, como haría cualquier buen asesor: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno, y lo malo, si poco, no tan malo”

En su comparecencia del viernes en Moncloa, para detallar el cumplimiento de los objetivos del primer año de legislatura, dejó claves importantes que se perdieron en el farrago de los éxitos conseguidos. Y es verdad que hay logros. La reforma de la pésima Ley de Educación que dejo como recuerdo de su nombre el ministro del PP, Wert, ha salido adelante en el Congreso y el Senado. La Ley que regulara la eutanasia está a punto de seguir el mismo camino. Pero, sobre todo, las medidas sociales puestas en marcha (eso sí, con el respaldo económico europeo) han salvado a muchos trabajadores del paro y a muchas empresas del cierre.

Pero, se olvidó de mencionar lo fundamental: la pandemia se ha llevado por delante más de cincuenta mil vidas de conciudadanos y algo tendrán que ver, no solo su Gobierno sino también las Autonomías, que se han dedicado a tirarse los trastos a la cabeza con este dramático asunto.

Pero vayamos a lo que se perdió en el fárrago. Según colaboradores cercanos, el aplazamiento de la subida del salario mínimo, a instancias de la vicepresidenta Calviño, es un claro refuerzo al sector socialista del Ejecutivo que evidencia el reparto de papeles. Al presidente le gusta la reforma de las pensiones propuesta por el ministro Escrivá, por lo que hay pocas dudas de que, con retoques, va a salir adelante. También el espinoso tema de los desahucios se va a incluir en una nueva Ley de vivienda que debería coincidir con el fin del estado de alarma.

Como el objetivo político del momento son las elecciones catalanas y el desesperado intento de que la mayoría independentista no supere el listón del cincuenta por ciento de los votos, los guiños a Cataluña no han hecho más que empezar. El indulto a los presos, que ya adelantó Ábalos (un ministro que nunca habla a beneficio de inventario), debe estar pactado con ERC y se llevará al Consejo de Ministros. Otra cosa es que lo tumbe el Tribunal Supremo, que ya hizo volver a Junqueras y compañía a la cárcel de LLedoners cuando la Generalitat les concedió el tercer grado penitenciario. Pero, por intención de “reconciliación” que no quede.

Y, por último, el espinoso tema, solo esbozado, de una nueva legislación de la Corona. Dijo Sánchez que el Gobierno “iba a ayudar” a Felipe VI en su afán de modernizar la institución. Es un eufemismo, obviamente, porque el Rey no tiene capacidad constitucional de iniciativa parlamentaria ni legislativa. Por lo tanto, debe ser el poder ejecutivo quien presente un proyecto de ley orgánica que permita reformar un concepto tan perverso como la inviolabilidad del Jefe del Estado en los hechos de su vida privada. Teniendo en cuenta que sus socios quieren abolir la institución solo podrá contar con el PP; y tendrán que hacerlo con mucho cuidado no vayan a romper la Carta Magna en medio de la peor crisis del siglo.

¿Qué quiso decir Sánchez?

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