Sánchez: casi dos meses durmiendo fatal

Cuando, el próximo viernes, se cumplen dos meses de funcionamiento del ‘nuevo’ Gobierno de coalición, Pedro Sánchez tiene ante sí no pocos quebraderos de cabeza que quién sabe si le dejan o no dormir. La irrupción incontrolable del coronavirus será la última prueba de si sabe o no comportarse como un estadista. Pero el coronavirus, aunque dejando tras de sí un reguero de catástrofes económicas, pasará. La espoleta que abrirá una severa grieta en la estructura del Ejecutivo de coalición y progreso puede que tenga efectos más retardados; porque, sin duda, los desencuentros registrados en la semana que concluye, que se han centrado quizá precipitadamente en los vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias, van a producir efectos nocivos en la estabilidad gubernamental tan trabajosamente conseguida.

Cierto que tanto Sánchez como su socio Iglesias parecen conscientes de la fragilidad de un acuerdo, el del pasado 12 de noviembre, cimentado en la provisionalidad y la improvisación, digan lo que digan los partidarios de las ‘tesis conspiratorias’. Sánchez nunca quiso aliarse con alguien de quien patentemente no se fiaba; y, al final, lo cierto es que las cosas salieron casi --casi-- como Pablo Iglesias las enunció allá por enero de 2016: dijo que quería, para formar alianza con un Sánchez al que no le había comunicado nada de esto, “apenas” la vicepresidencia, cuatro ministerios, los servicios secretos y la televisión pública. Pues ahí están los resultados.

Fue entonces, aquel 22 de enero de 2016, cuando se inició la gran crisis política que ahora se ha querido cerrar con el Gobierno que el viernes cumple dos meses, en el que el líder de Podemos ha conseguido buena parte de lo que exigió hace cuatro años. Un Gobierno que nadie cree que vaya a durar menos de dos años. Excepto, claro, que alguno de sus integrantes se empeñe en lo contrario, porque la oposición aún tiene que pasar un período de maduración y reflexión antes de comenzar a ejercer una labor reconocida por el electorado. Y, cuando la oposición externa no existe, o casi, nace, para tapar el hueco, otra oposición, la interna.

Pienso que Pablo Iglesias, que tiene una visión política de mucho mayor alcance que Sánchez, aunque un carácter que nos hace recordar la fábula de la rana y el escorpión, se esforzará no poco en mantener la estabilidad, aun a costa de tragarse el sapo de no poder zarandear, en estos momentos de tribulación para la familia real, a la Corona en el Parlamento, con el pretexto de las acusaciones que por doquier aparecen contra actividades pasadas de Juan Carlos I. El peligro para la estabilidad de la coalición radica más bien en la pareja de Iglesias y ministra de Igualdad, entusiasmada por un poder que jamás pudo soñar que poseería; la falta patente de madurez y preparación de doña Irene Montero puede jugarle una mala pasada al conjunto de un Gobierno que cuenta con figuras estimables, entre las que se advierte ya cierta estupefacción por los sucesos de la pasada semana en torno a la ley contra la violencia sexual, por poner apenas un ejemplo.

Sí, no son solamente los retos del coronavirus, que ya digo que es pandemia que pasará y que, de momento, no está siendo mal gestionada por el Ministerio de Sanidad: la verdad es que Sánchez se enfrenta a demasiadas pesadillas como para poder dormir tranquilo. Digo yo, vamos. Y que a este paso, el mítin de los cien días de gobernación triunfal, tal y como le gustaría presentarlo a Iván Redondo a una opinión pública favorable, no va a ser posible. Dos meses y parece que haya pasado una eternidad, Dios mío... 

Sánchez: casi dos meses durmiendo fatal

Te puede interesar