De dimisiones

Un chiste en “ABC” nos vale como portada de esta columna. Dos curas van paseando y uno le dice al otro: “En España el hecho de dimitir se ve como un milagro”. Y, ya saben que Paciencia, el entrenador del Depor, al no encontrarse bien física y espiritualmente se abrió, se fue, dimitió, renunció.

Francamente lo de Roma, al coincidir con lo de Riazor, rebajó el interés informativo por el Depor y el rayo que cayó sobre la plaza de San Pedro llegó aquí como un trueno.

Pero el de Benedicto y Paciencia son casos extremos… ahora mismo no recordamos ninguna dimisión de cuando el señor Crespo andaba por aquí ni tampoco dimitió el señor Baltar la víspera de los últimos contratos sino el día siguiente. No se va don Rogelio, superdelegado de Feijóo en Ourense, pese a los indicios delictivos que aprecia la Audiencia.

Echan al marido de la ministra de Sanidad, que gozaba de despacho y sueldo en Génova y, también allí, tenía –después de estar imputado– secretaria, despacho, coche y chófer el señor Bárcenas al que, ¡manda carafio!, los chicos de Rajoy le pagaban una pasta gansa cada mes hasta diciembre de 2012, lo que alimenta la teoría de que, en el PP, el silencio es oro: se paga.

No se tienen noticias de la dimisión de Arturo Fernández, empresario con mando en plaza dentro de las administraciones públicas y cargo en la patronal, al que le acusan de estafar a los trabajadores y de estafar a la Seguridad Social. ¡Otro campeón del dinero en negro!

Tampoco debe sorprendernos, pues el anterior presidente está en el trullo y el que tenemos por aquí inmerso en algún proceso. ¡Y estos son los emprendedores que nos van a sacar de la crisis!

Paciencia perdió la fe, el público también y cambia el pope. ¿La dimisión o renuncia de Benedicto XVI? El Papa que quería limpiar la Iglesia tira la toalla, dicen unos. Otros apuntan que se marcha superado por los escándalos que llenaron de espinas el final de su Pontificado: abusos sexuales a menores, las cuentas vaticanas, el escándalo de los papeles secretos que “destapó” el mayordomo.

Y también le recuerdan sus políticas conservadores y su distanciamiento de los movimientos católicos de base.

Ah, por cierto: si se cumple la profecía de San Malaquías el próximo será el último, llegará el fin del mundo y nadie dimitirá.

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