La vejez del sistema

Sintió un escalofrío al darse cuenta de que estaba pensando. Mirando al infinito, el reducido infinito de su despacho, y pensando. Nunca había sido un tipo reflexivo, por eso había triunfado en el partido y ahora era asesor del ministro. Quizá me estoy haciendo viejo. Encendió el televisor y zapeó hasta encontrar un programa intrascendente. ¡Menudo alivio! En dos segundos había espantado los pensamientos. Respiró aliviado y contestó antes de que lo hiciese el concursante televisivo, que, además dio una respuesta equivocada.
Consultó el reloj y calculó las horas que restaban hasta que acabase su jornada laboral. Resopló y fue a coger un café a la máquina que había en el pasillo. Le hubiese gustado ser un personaje de “Cámera Café”. Pasar horas frente a la máquina, divagando, sin tener que pensar. El vasito de plástico estaba muy caliente y se quemó. Volvió al despacho arrastrando los pies. Estaba desanimado.
Se sentó frente al ordenador y empezó a escribir. Los dedos se deslizaban sobre el teclado a una velocidad de vértigo. Era como si los aplausos que recibían los concursantes de la televisión estuviesen dedicados a sus dedos. Si seguía así batiría su récord de pulsaciones. Le dio un sorbo al café y leyó lo que había escrito. El corrector de texto había subrayado casi una decena de palabras. Hizo las modificaciones oportunas y continuó tecleando.
Google lo habían sacado de muchos apuros, pero esta vez era diferente. Todo lo que aparecía en las búsquedas sobre la “Crisis del sistema penitenciario” se refería a la superpoblación de las cárceles y el ministro le había encargado soluciones para todo lo contrario: la caída en picado de la población reclusa. Necesitaba ideas alocadas. Total, únicamente el ministro y él mismo sabrían quién era el padre de los disparates.
No le resultaba difícil utilizar lenguaje de asesor: Es imprescindible cambiar la tipología del interno. Sin terroristas ni violadores, habrá que acelerar los procesos judiciales contra los políticos y los sindicalistas, y que se resuelvan con una sentencia condenatoria. Los constructores hubiesen sido una buena alternativa, pero desde que explotó la burbuja inmobiliaria... También convendría lanzar una ofensiva policial contra los directivos de los clubes de fútbol...
Sintió tentaciones de borrar todo lo que llevaba escrito. Otra vez le daba la impresión de que estaba pensando. Pues sí que va a ser verdad que me estoy haciendo viejo. El concurso televisivo había acabado y él ni se había dado cuenta. Me estoy quedando sordo, otro síntoma de vejez. Estoy tan viejo como el sistema.

La vejez del sistema

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