Dogmatismos

Aunque uno no es más que modesto aficionado a la materia, hay ocasiones en que ha de echar mano de la lógica más elemental para cubrir lagunas. Y es lo que he hecho ante la controversia surgida sobre los efectos en el empleo de la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) hasta los 900 euros mensuales, pactada con Podemos y que supone  un 22,3 por ciento por encima del establecido para el año pasado. 

Si, en efecto, el decreto por el que se fijó tal cuantía  vio la luz en el BOE el 27 de diciembre último y entró en vigor al día siguiente para surtir efectos durante este 2019, digo yo -pura  lógica- que en los cortos cinco/seis meses de vigencia malamente la norma en cuestión puede haber tenido repercusiones sensibles en la contratación laboral, habida cuenta de que este tipo de evaluaciones requiere análisis más ampliados en el tiempo. 

Malamente , pues, han estado justificadas las desabridas críticas de la secretario de Estado de Empleo en funciones, Yolanda Valdeolivas, al Banco de España por haber pronosticado, en línea con otras instituciones y servicios de estudios,  que la más que notable subida del SMI destruiría hasta 125.000 puestos de trabajo a lo largo del año en curso.

Puede que, en efecto, no  llegue a ser así. Tiempo habrá para, a la vista de nuevos datos,  proceder a las eventuales correcciones, como ya ha hecho la Autoridad Fiscal. Pero lo que sí parece claro es que con los números de hoy en la mano la también catedrático señora Valdeolivas no tiene razones para asegurar que  el alza  del suelo salarial no ha producido el efecto vaticinado, concluir que los datos en su mano son “mostrencos” (dicho –supongo- en el sentido ganadero del término) y  exigir al presidente del organismo regulador si no una petición de perdón, só al menos un reconocimiento del supuesto error.  

Acostumbrado como está a gobernar por decreto ley y otras expeditivas maneras, la verdad es que el Gobierno de la moción de censura hoy en funciones tolera mal las críticas. Le ha sucedido también estos días a la ministro de Transición Ecológica, Teresa Rivera, que ha vuelto al ataque con la subida del diésel “a la mayor diligencia posible”. Y ha cargado contra el presidente de Repsol, Antonio Brufau, por haber reclamado una política medioambiental más cautelosa, dialogante y consensuada. 

Claro, que tampoco se ha andado la ministro por las ramas a la hora de valorar la pretensión de PP y Vox de derogar Madrid Central, la zona de bajas emisiones que comenzó a funcionar en la capital a finales del año pasado. De vergüenza, ignorancia total y salida de pata de banco ha calificado la propuesta. Y eso que la señora Rivera suele parecer razonable. Pero por lo que se ve, la verdad en fondo, forma y ritmos sólo la tiene ella. Amén.

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