Dignidad minera

Rindo viaje en Madrid. Acudo a mi cita cultural en la sala Cuarta Pared –aforo doscientas butacas, graderío semicircular– para asistir a la representación ofrecida por Producciones Bernardas. Tercer estreno de mi inteligente y deliciosa Aldara Molero, cumpliendo que cada paso sea una meta sin dejar por eso de ser un paso. Ahora, utilizando sangre negra de carbón amado-odiado en “La mina”. Un pasaporte genético universal de hombres que añoran el verdor del valle mientras debajo arriesgan existencia, amor y esperanza tras un futuro que escriben sus compañeras, prole y ascendientes familiares y colaterales.
El secreto del éxito teatral descansa en su desnudez dramática. Sin trucos, falsos sentimentalismos, risas provocadas o lágrimas fáciles. Aquí no hay ideologías. Pero sí profundos valores humanos de solidaridad para con los otros y nuestra integración voluntaria…
Telón alzado recibe al público. Cuatro mineros, alegres y preocupados, descienden en la jaula dotados de cascos y luces encendidas. Recovecos del alma. Relaciones de amistad, de familia e inquietud con el pueblo que los aguarda –un acierto el mimo de ducharse– al salir y saber los vivos. Brillantísimos trabajos de Antonio Velasco, Guillermo Sanjuán, David Rubio, Juanje de los Ríos y Aldara Molero –los últimos compartiendo dramaturgia y dirección, respectivamente–. Magnífica vertebración escénica, atmósfera, luz, sonido –obsesivas gotas de agua golpeando las galerías– y la canción familiar “Santa Bárbara bendita…/ patrona de los mineros”. El desenlace previsto no menos sorpresivo. Una vez más abandonados por los de “arriba”, prestos a olvidar sus promesas de pluses salariales si alcanzaban ciertos niveles de productividad... Los mineros pretenden rescatar lo que es suyo –libertad, dignidad humana, conciencia personal– frente al dueño explotador que contrapone la ley y el orden. “No nacimos para compartir el odio, sino el amor”. ¿Recuerdan?

Dignidad minera

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