DAVOS FEMENINO

La ciudad suiza de Davos es conocida porque cada año es la sede del Foro Económico Mundial, un encuentro donde los máximos responsables de la economía del planeta se dan cita para analizar la situación y dar (al menos intentarlo) respuestas a las incógnitas del futuro. Ese encuentro ocupa cientos de portadas de los principales diarios del planeta.
Hace una semana el primer ministro japonés fue el anfitrión en Tokio de un foro que pretende convertirse en un Davos de mujeres. Un encuentro que impulse la participación femenina en la economía mundial. El ministro japonés planteó la iniciativa hace ya meses. Los nipones están convencidos de que la entrada masiva de la mujer al mercado laboral es la única garantía para elevar el crecimiento en su país. Y no están equivocados. El propio Fondo Monetario Internacional considera que la participación femenina plena en la economía podría suponer un crecimiento económico de hasta un 34%. Ya sólo por ello la realización de un Davos femenino, en Tokio o donde sea, tiene su sentido de ser. Sin embargo, el encuentro pasó sin pena ni gloria a pesar de contar con la presencia del primer ministro nipón y de la presidenta del FMI, Cristine Lagarde. Ni una portada, ni un comentario en los informativos, tan sólo un escueto teletipo que indica que sí, el encuentro tuvo lugar durante un fin de semana y una foto de Shinzo Abe y una sonriente Lagarde.
Desde hace un tiempo me ronda en la cabeza la idea de que esta técnica de crear versiones femeninas no da buenos resultados. Y me temo que es lo que sucede en este caso también. La técnica (por llamarle de alguna manera) consiste en cumplir con el trámite de que las mujeres estén presentes, que nadie pueda aducir que la igualdad no se tiene en cuenta. La mejor solución es convocar una versión femenina. De esta manera el trámite queda hecho y no supone el engorro de incorporar voces femeninas a las versiones originales. Porque en el Davos de verdad, en el que tuvo lugar en la ciudad Suiza a principios de año, había una mujer por cada siete hombres. Esa es la realidad.
La paridad y la igualdad no se resuelven arrinconando a las mujeres, creando foros sólo para ellas, sino con una integración transversal y completa en las entidades existentes. Las mujeres no necesitan clubes femeninos. Necesitan contar con asientos allí donde se toman las decisiones.
(*) Carla Reyes Uschinsky es presidenta de
Executivas de Galicia

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