“VIGO, OURENSE...”

Hace pocas semanas la imagen de una mujer con un cuchillo clavado en el cuello y entrando en el hospital de Vigo nos hería la retina. Era su ex pareja que había intentado asesinarla. La semana pasada parece que subimos un peldaño más en esta macabra escenografía. Nos quedamos perplejos ante el acuchillamiento de una mujer que trataba de recuperarse en una cama de hospital de otra lesión. ¿Hay alguien más indefenso que una persona postrada en una cama de hospital, inconsciente? Ambas situaciones parecen sacadas de una película de terror. Probablemente ni siquiera el genial Hitchcock  hubiese podido imaginar mayor angustia y espanto al ver esos puñales ensangrentados. Los protagonistas de ambas historias son similares, aunque una ha tenido la suerte de estar viva. Isabel, sin embargo ha muerto.
No es aún momento de culpar ni a la jueza que no ordenó medidas de protección para la víctima, ni a la Guardia Civil que, pese a sospechar de la pareja de Isabel tampoco tomó medidas para garantizar su seguridad. Es tiempo de investigar lo sucedido. Pero que lo que parece evidente es que se cometieron algunos errores de valoración. ¿En un caso de violencia machista son necesarias las evidencias, son necesarias pruebas contundentes o basta con la sospecha? Tal vez esa es la pregunta que haya que hacerse. Está claro que corremos el riesgo de por querer proteger los derechos de unos podamos vulnerar los de otros. Pero ¿acaso no hemos llegado ya muy lejos en materia de violencia de género como para que la sospecha tanto de familiares como, con más razón si cabe, de las fuerzas del orden no sea motivo suficiente para poner en marcha toda la batería de medidas de protección a la víctima?.
Soy una convencida de que no faltan recursos. No creo que estemos ante un problema de orden económico sino de gestión y valoración del peligro. Y también, claro está, de silencios. Ante la más mínima sospecha de un maltrato tenemos la obligación moral de denunciar y esto debe ser un principio de actuación general: de las familias, de los conocidos, de las fuerzas del orden o de los servicios sociales. Este no es un problema del vecino. La violencia sobre la mujer es un problema que, o lo resolvemos todos, o no lo resuelve nadie por miles de millones que se pongan encima de la mesa.  
(*) Carla Reyes Uschinsky es presidenta de
Executivas de Galicia

“VIGO, OURENSE...”

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