UNA SANIDAD SIN RECURSOS

Antes de que asomara la crisis, los políticos que gobernaban, los que estaban en la oposición y la mayoría de los ciudadanos sabíamos que los abusos que se venían cometiendo con el acopio de medicamentos con cargo a la Seguridad Social eran una amenaza para la sostenibilidad del sistema sanitario.

En esta modesta columna lo escribimos en agosto de 2006: “Hay gastos que ponen en serio peligro la atención sanitaria universal y gratuita sin que nadie dé la voz de alarma. Quienes entienden de esto dicen que el gasto más importante es el derroche farmacéutico, que se materializa en el abuso creciente de las recetas gratuitas, que en muchos casos responden a esa peculiar manía que tienen muchas personas de almacenar fármacos en sus casas”.

Hay que lamentar que los responsables –políticos y gestores– no quisieran o no supieran gestionar los recursos que aportamos todos al sistema sanitario

 

Por eso, hay que lamentar que los responsables –políticos y gestores– no quisieran o no supieran gestionar los ingentes recursos que aportamos todos al sistema sanitario, incluyendo la “educación farmacéutica”, para evitar los excesos con las recetas, que vienen de viejo. Hay que lamentar también que perdieran tantos años en negar la evidencia, posponiendo medidas de racionalización del gasto farmacéutico que todo el mundo sabía que eran necesarias. El resultado está ahí: una sanidad en situación económica lamentable, con deudas que la sitúan al borde de la quiebra.

Por tanto, nadie debería sorprenderse –tampoco la oposición– porque entre todos lo matamos. Los ciudadanos abusando, siguiendo aquella máxima “el dinero público no es de nadie”; y los gobernantes por no haber tomado medidas –¿se acuerdan cuando iban a repartir tarjetas sanitarias a América?– en su línea de fidelidad a lo políticamente correcto.

Ahora, cuando todo está a punto de saltar por los aires imponen recortes –turismo sanitario, filtros al acceso a la sanidad y copago de medicinas– que, más que recaudar, pueden disuadir a algunas personas que pedían recetas más con la ligereza del coleccionista de medicamentos que con criterios de necesidad del enfermo.

Pero con esto solo no se va a arreglar la sanidad y, aunque profetizar es siempre arriesgado, conviene estar preparados porque la próxima medida será el cobro por acto médico y por hospitalización. Puede estar próximo el final del sistema sanitario universal y gratuito que los complejos y nutridos organigramas, puestos por el poder político en los hospitales y en los centros de salud, son incapaces de coordinar y controlar.

UNA SANIDAD SIN RECURSOS

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