Al cole con normalidad

Fue tal la prisa de los sindicatos en anunciar huelgas en algunas autonomías, todas gobernadas por el centro-derecha, que se les vio el plumero. En el sentido contrario que los sanitarios, que se enfrentaron a la pandemia con una entrega extraordinaria y soportando jornadas extenuantes, los sindicatos de la enseñanza han perdido su gran oportunidad de mostrarse útiles presentado ideas y propuestas que pudieran mejorar las condiciones del regreso a las aulas. Exigen seguridad total y absoluta en los centros y de eso, en tiempos de pandemia, no hay. Parecen olvidar la realidad que vivimos en la que nadie, absolutamente nadie, estamos libres de poder contagiarnos de un virus del que se sabe muy poco, ni tan siquiera como se trasmite, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no acepta como válida la hipótesis de que se contagie por aerosoles. Sin embargo, todos los países del mundo toman medidas valorando que esta trasmisión es posible. Cono ya dijimos en esta columna en otras ocasiones la única medida que se mostró útil sin duda alguna fue el confinamiento total de la población lo cual también demostró que la economía no podía soportar por más tiempo esta medida tan drástica y que si el bicho mata, la pobreza generalizada también supone un altísimo riesgo para la humanidad. Por eso sacamos la cabeza del agujero para mirar a nuestro alrededor y aceptar que hay que convivir con este virus mientras no aparezca vacuna o tratamiento que nos sirva de coraza frente al enemigo común. Y si aceptamos esta premisa hay que entender que eso que llamó Sanchez “la nueva normalidad” se traduce en una vida cotidiana llena de anormalidades que debemos incorporar a nuestra rutina sin olvidar nunca que, a pesar de todas las medidas, seguimos corriendo un riesgo cierto de contagio. Nadie puede garantizar plena seguridad ni en las aulas ni en ningún otro espacio que suponga contacto social y todas las soflamas buenistas que los sindicatos lanzan son solo brindis al sol que no mejoran ninguna situación y empeoran la sensación de inseguridad que los realistas hace tiempo que incorporamos para modificar nuestros hábitos. Tan absurda es esta exigencia de seguridad como las manifestaciones de los negacionistas liderados por Miguel Bosé porque, de alguna manera, los que exigen 100% de seguridad están negando también la coexistencia con el Covid 19. Es necesario reiniciar la actividad escolar y, naturalmente, tomando todas las precauciones imaginables, pero no pidiendo imposibles. Es verdad que el gobierno central no ha sido capaz de proponer protocolos generalizados que aliviaran la situación en los colegios y las universidades, hasta Podemos ha acusado a la ministra del ramo de “falta de liderazgo” para enfrentarse a la situación si bien olvidaron incluir al ministro de universidades que está desaparecido desde hace meses, pero, claro, es de Podemos y lo que hagan los suyos no cuenta. Creo que se pudieron adoptar más medidas como partir la jornada acudiendo a los centros por las mañanas los alumnos hasta cuarto de ESO y por las tardes el resto consiguiendo con ello liberar espacios y evitar aglomeraciones en las entradas y salidas en los colegios. Más allá de las medidas adoptadas, la única verdad es que la mejor protección con la que contamos es la responsabilidad individual y extraña que no se haya incluido en todos los currículos una asignatura obligatoria de responsabilidad social individual. De poco valen las medidas tomadas si al salir de clase se van de botellón.

Al cole con normalidad

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