Crisis ministerial

El rumor, que solo es noticia cuando, por sí mismo, se expande de manera desaforada y, por tanto, sintomática, decía ayer que el ministro José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social, se hallaba al borde de la dimisión tras haber perdido claramente la ‘batalla de las pensiones’ frente al vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. Las fuentes habituales en La Moncloa se afanaron desmintiendo la especie, y no hay por qué no creer en el desmentido, pese a la evidencia, plasmada por el propio Escrivá en una tensísima entrevista radiofónica, de que hay calderas en ebullición en el seno del Ejecutivo.

No es la primera vez que ocurre, ni va a ser la última. El vicepresidente, que se ha situado a sí mismo en ‘modo maniobra’, no va a renunciar a acaparar cuanta influencia pueda en la llamada ‘agenda social’ del Gobierno, y me parece evidente que los ministros no afiliados al PSOE cada día endurecen más sus posiciones, aunque no lo hagan públicamente, frente a la ‘marea morada’ que pretende acelerarlo todo en una nueva ruptura frente a las tesis más evolucionistas. Y, por cierto, también hay ministras y algún ministro, que sí son militantes socialistas, que cada día evidencian mayor incomodidad ante lo que consideran, por decir lo menos, ‘algunos pasos inconvenientes’ del vicepresidente segundo y algunos de sus íntimos.

Quienes desde hace ya muchos años contemplamos, desde una fila lo más cercana posible al escenario, lo que ocurre en la política española, no podemos dejar de extrañarnos de hasta qué punto el presidente Sánchez parece empeñado en que nada cambie*para que todo corra el riesgo de sufrir cambios demasiado estrepitosos. No hay pacto secreto en las discrepancias internas en el Gobierno, creo: las situaciones se van tensando crecientemente, y este es asunto sobre el que me consta que informan algunas cancillerías a sus respectivos gobiernos. Y las fracturas impiden un avance cohesionado y decidido del Ejecutivo. En situaciones mucho menos complicadas, anteriores presidentes hubiesen ya propiciado una crisis ministerial de cierta envergadura.

La impresión es la de que la sustitución de Salvador Illa, el titular de Sanidad, será un hecho en breve tiempo, una vez que parece improbable que las elecciones catalanas puedan retrasarse tanto tiempo como quisiera la Generalitat, e Illa se ve beneficiado en las encuestas, lo que hace más urgente que se marche a Cataluña como candidato. Lo lógico sería, en estas circunstancias, que Sánchez aprovechase para hacer una remodelación más amplia de la que en principio se pretendía: sustituir a Illa por la ministra de Administración Territorial, Carolina Darias, mientras que el puesto de la política canaria pasaría a manos del hasta ahora líder del socialismo catalán, Iceta.

Pero la convicción que parece establecida entre una mayoría de observadores es que el presidente trata a toda costa de ofrecer la impresión de que su equipo mantiene aún esa cohesión de la que tanto ha presumido y no quiere dar su brazo a torcer tras haber asegurado que agotará la Legislatura con este mismo elenco.

Pero el equipo no funciona. Y el entrenador no puede, pienso, desconocer que tiene que cambiar jugadores antes de que el respetable decida cambiar al propio entrenador. Es necesaria la reconducción de un proceso que está haciendo agua por varias partes. Lo que ocurre es que el cambio más necesario sería el de quien se cree el capitán del equipo y eso ya sabemos que serían palabras mayores. Me imagino que ese cambio ocurrirá a medio plazo, pero puede que para entonces se haya perdido demasiado tiempo.

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