De las mareas a las tinieblas

Hay que reconocer que el movimiento del 15-M dio mucho de sí. Para unos más que para otros. Aquel cabreo generalizado y transversal, en su origen, abrió las puertas a pandillas de amigotes que vieron en él un caldo de cultivo excepcional para realizar experimentos sociológicos que ni ellos mismos sabían hasta dónde podían llegar. 
Así pusieron en marcha una buena estrategia de comunicación que contó con el apoyo de algunos medios de comunicación que no dudaron en ofrecer espacio en su prime time a los cabecillas de aquel movimiento bien intencionado por parte de los ciudadanos y mejor utilizado por los aspirantes a poltrona asociados en clubes universitarios con tintes revolucionarios. Grandes palabras y promesas atractivas que sedujeron a una parte importante de la población que sucumbió ante la juventud y el empuje de aquellos “descamisados”. Nadie los conocía, quizá eso explica parte de su éxito, pero consiguieron aunar voluntades y ocupar así un espacio a la izquierda de la izquierda y formar parte de la foto de la política. 
Pero una cosa es predicar y otra, muy distinta, dar trigo. Y aquí es donde fallaron. Cuando has de enfrentarte a la realidad olvidando lo comprometido para acomodarse a aquellos que denostaban y convertirse en “casta“. Pablo Iglesias no dudó en adquirir una mansión confirmando dos cosas: que hace suyo aquello de “haz lo que yo diga y no lo que yo haga” y que en política se puede ganar mucho dinero porque tras apenas dos años en eso de la cosa pública se encontró con músculo suficiente para asumir una hipoteca que desde su trabajo en la universidad era inalcanzable. 
Tras él, un tal Echenique, un fenómeno argentino a quien España acogió y en agradecimiento él quiere destruir, se marcó una contratación en negro y sin Seguridad Social para un asistente suyo y hace un par de días valoraba el buen dato de empleo como negativo porque no eran empleos de calidad, pensando, imagino, en su propio asistente. 
Y desde sus alcaldes podemitas llegaron nuevas noticias, como los pisos comprados a un inscrito de la Marea de una forma ilegal. También en La Coruña, donde apoyaban la ocupación, no dudaron en mandar a la Policía a cargar contra los okupas, que ahora ya no ven en la Marea a sus amigos, aunque haya okupas entre ellos. Lo más preocupante es la parálisis que sufren las ciudades que gobiernan, en las que no han hecho nada más que colgar pancartas en las fachadas consistoriales. A mayores, los miles de contrataciones a dedo que antes criticaban y ahora practican. 
Las mareas han sido un experimento fallido para los ciudadanos, pero muy provechoso para los mareantes y sus amigos, que del paro han pasado a cobrar fantásticas nóminas a las que parece que se han adaptado a la perfección. Nadie conoce a dónde van las donaciones de sus sueldos que anunciaron y olvidaron. Todo se ha vuelto oscuridad y la ciudadanía lo sabe. Que los grandes partidos cometieron errores graves es una obviedad, que se están regenerando también y por ello es la hora de volver a la honradez, seriedad y transparencia que los partidos tradicionales nunca debieron perder, pero es también la hora de apartar experimentos políticos. De salir de las tinieblas.

De las mareas a las tinieblas

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