Cada día se hace patente la ausencia de una sociedad civil informada, independiente y organizada, capaz de dar respuesta a sus necesidades reales sin perder de vista las posibilidades humanas y medios naturales de que dispone. Curiosamente la España militarizada de los generales fortaleció la incipiente sociedad civil. Por el contrario, el poder democrático la ha ido militarizando a través de un obsceno proceso de infiltración, manipulación y sometimiento en todos sus ámbitos de actuación.
Inició este proceso el gobierno de la UCD, con sus disputas internas no ideológicas sino de intereses individuales y de grupo. Y cristalizó y se generalizó de la mano de los gobiernos González, recordemos las consignas de Guerra ordenando estar en todo y controlarlo todo. Acompañado de purgas internas que cercenaron todo vestigio de disidencia. En este camino han caído sindicatos, medios de comunicación, asociaciones y toda organización o individuo capaz de aglutinar hombres o conformar opinión.
Los partidos se saben columna vertebral del sistema y como tal impunes, no en vano la masa que les pone en jaque es esa misma que ellos baten y hornean. La dignidad no habita en pedir, sino en dar y luego exigir aquello que no quiebre el contrato social que a todos obliga, sino que lo fortalezca. Un ciudadano digno no necesita dieciocho gobiernos para serlo, ni mucho menos un ejército de parlamentarios en los que delegar para ejercerlo.