ROSAS TORALES

Una pareja muy querida acaba de cumplir sesenta años de casados. Candelabro de seis brazos abierto a la recién inaugurada primavera. También asaltó la anécdota curiosa. Cuando el marido acudió al mercado municipal Eusebio da Guarda –pasado día 21– para comprar flores se encontró con todos los puestos de flores cerrados a cal y canto. Creyó en una huelga no anunciada, la celebración del Santo Patrón… ¡Qué se le va a hacer! ¡Otra ocasión surgirá! Sin embargo, sorpresa agradable, al regresar a casa rosas firmes la perfumaban. Incólumes, hermosas, prietos su pétalos resistentes. Arcos torales remitidos por tres damas amigas de su “santa” –Pancha, María Luisa y Blanca– con sus parabienes. Fiesta a todo trapo. Cava Freixenet y alegría que jamás nos abandonan si miramos el lado positivo de las cosas. 
Seis décadas son muchas generaciones como etapas decisivas del calendario humano. Constituyen unidades y perspectivas que ordenan la vida y la explican. Inventario de alternancias con luces y sombras, ilusiones y fracasos, esperanzas y frustraciones. La existencia no deja de ser cuanto acontece realmente cuando uno se había planteado otras metas. El hombre propone y Dios o quien sea dispone. La vida no deja de ser un enfrentamiento con la muerte desde que nacemos y donde se aspira a buscar la felicidad en los hijos que nos renuevan y los nietos que abren sus alas a risas de nuevos vuelos.
Pero el comentario no puede cerrarse sin resaltar la aportación de nuestras amigas y sus rosas rojas. Ahí subyace y sobrenada la amistad como un pasado entrañable pero lleno de futuro. Pancha, María Luisa, Blanca. Sesenta años de convivencia y todavía ignoro por qué y para qué una pareja cuenta con tan buenas amigas. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que si hubiera una respuesta nos gustaría encontrarla con ellas al lado. 

ROSAS TORALES

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