Cada palo aguanta su vela

Desde que hace ya tres semanas la secretaria general del Partido Popular, Dolores de Cospedal, lanzó aquel aviso de que “cada palo aguante su vela”, así efectivamente viene siendo: cada palo está aguantando su vela. Esto es, cada quien está viendo cómo eludir sobre su persona y hacienda los efectos más políticos que económicos de ese terrible torpedo lanzado contra la línea de flotación del PP que se conoce por “los papeles Bárcenas”.

Incluso la propia declaración del sábado de Mariano Rajoy resultó ser una autoaplicación de la “doctrina Cospedal”. Él mismo fue totalmente explícito al respecto (página 4 del texto oficial): “Lo que yo pretendo –dijo– es explicar como presidente del partido y como presidente del Gobierno lo que de mí se dice y de lo a mí se atribuye”.

En contestación a ello es cuando vino a concluir que “todo es falso; yo soy honrado; yo no he venido a la política para ganar dinero; yo nunca he repartido ni he recibido dinero negro ni en este partido ni en ninguna parte; yo soy responsable de lo que hago, no de los que se diga; yo, yo…”.

En realidad, Rajoy salvó de la quema al partido como tal sólo en el asunto de las cuentas ocultas de Bárcenas en Suiza, que muy probablemente, como aseguró, “nada tienen que ver con el Partido Popular”. Pero en lo referente a la eventual contabilidad B y de los sobresueldos en dinero opaco el presidente del partido y del Gobierno sólo puso la mano en el fuego por sí mismo.

Los escasos párrafos dedicados muy al final del discurso al recto proceder del partido como organización en esa otra cara de la controversia no tuvieron la misma rotundidad. Parecieron dichos porque no quedaba más remedio y tuvieron mucho de navegación entre dos aguas.

La verdad es que, para decir lo que dijo, no sé por qué no salió antes a la palestra. Tuvo con todo a bien no citar como fuente de credibilidad la fiscalización del Tribunal de Cuentas, tal como había hecho días antes la en aquel momento aturdida señora De Cospedal. Por otra parte, tampoco habrá de generar mayor confianza la publicación de las declaraciones de la renta. Porque hasta que la Administración de Justicia y la Agencia Tributaria no devanen el diabólico ovillo enmadejado, las cuentas que cada quien presentó en su día ante la Hacienda pública no garantizan por sí mismas nada.

Así las cosas, lo que no deja de ser indignante es, como dijo Rajoy, el fariseísmo descarado de algunos. Es decir, el ver al Partido Socialista al frente de la procesión convertido en martillo de corruptos. ¡Con lo que él tiene a sus espaldas!

Cada palo aguanta su vela

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