MANDA CARALLO CON LOS CLUBES DE FUTBOL

Hace una decada aproximadamente, el diario portugués “Público” generó una ciclogénesis política con un artículo titulado “La promiscuidad entre el fútbol y la política”. Apenas unos años después una alcaldesa tuvo que escapar del país para no entrar en la cárcel por una denuncia que relacionaba su actuación política con supuestos delitos vinculados al club de fútbol de su localidad. Claro que la alcaldesa en cuestión regresó al país para concurrir a las elecciones. Y ganó ¡por mayoría absoluta!, o sea, que en materia de fútbol, la promiscuidad se convierte en una suerte de cama redonda, donde los ciudadanos no se sustraen a la orgía.
Porque de que otra manera se puede entender, por hablar de España, que critiquemos –con razón– todo lo que se mueve, y no levantemos un dedo para acusar a quienes, jugando con los sentimientos más primarios, han convertido clubes de fútbol en fincas privadas que manejan a su antojo? Es que el ganar una competición es atenuante para prácticas (presuntamente) corruptas, pagadas con dinero de todos los socios? Prácticas que –por cierto– solo se denuncian cuando los dirigentes del club de fútbol se enemistan con el patrón de algún medio, en una suerte de remedo un tanto medieval de las guerras feudales.
Cosa distinta es la responsabilidad del Estado en todo este dislate, que no se circunscribe a la aplicación parcial de la ley de sociedades anónimas deportivas, de la que en su momento quedaron excluidos algunos clubes, mas anónimos que deportivos.
Porque si eres un pequeño empresario que no puede pagar los impuestos o la Seguridad Social, probablemente porque tus clientes no te paguen, (principalmente si tu cliente es la administración), a fuerza de recargos, la misma administración que no te paga acabará hundiendo tu empresa.
Pero si eres un club de fútbol, la misma administración hará la vista gorda y te dará todo tipo de facilidades y plazos. Aunque te gastes cantidades absolutamente indecentes e inmorales en fichajes de jugadores. Eso sí, jugadores que pueden ser admirados desde el palco de autoridades por dirigentes políticos de la misma administración que hace la vista gorda. Pero eso no es promiscuidad. Simplemente –perdonen la expresión– jodienda a secas.
Lo peor con todo es escuchar a los mismos dirigentes intentando explicarnos por qué tenemos que aceptar recortes sociales, o recortes salariales, para aportar al Estado cantidades, en algunos casos menores que la suma de la deuda de los clubes de fútbol con el Estado.
Los romanos le llamaban “pan y circo”. Los portugueses, “festa e comico”. Los gallegos nos limitamos al habitual “manda carallo”.

MANDA CARALLO CON LOS CLUBES DE FUTBOL

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