Felipe no quiere ni una excusa

Felipe González se cansó de repetir en vida –política, eh– que nunca sería un jarrón chino. Y no lo es; es más, para qué querría serlo si su cuenta corriente desde que es jubilado ha engordado más que si hubiese subastado en Sotheby’s toda la cacharrería de la dinastía Ming. Y demuestra que no ha sufrido esa metamorfosis decorativa con sus intervenciones cada vez que la temperatura política sube un par de grados. Sevillano él, suele adornar sus comentarios con ironía, lo que le reporta numerosos elogios por su dominio del humor andaluz, que es como la retranca gallega, pero pronunciando la “s” como una “z” y sin gheada. Su última exhibición ha llegado al hilo de la crisis venezolana, aunque, como la situación no tiene nada de coña, se explayó con cara seria: “Cuando Maduro caiga y se vea el horror del chavismo, no aceptaré excusas de que no sabía lo que ocurría”. A ZP seguro que no le hizo gracia el comentario, pero es que es un tipo más bien avinagrado.  

Felipe no quiere ni una excusa

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