Gracias, Ortega

Hace algunos años una familia de humildes trabajadores inició un proyecto emprendedor sin poder imaginar a dónde llegaría de la mano de aquellas batas que cosían en un local de, apenas, 100 metros cuadrados. Los días, y sus noches se hacían eternos enhebrando agujas y buscando clientes para dar salida al fruto de su trabajo. El negocio progresaba y crecía y los hermanos Ortega, Amancio y Antonio, este último prematuramente fallecido, y sus mujeres no escatimaban horas del día para llevar adelante su incipiente proyecto. 
A medida que el negocio florecía empezaron a crear puestos de trabajo hasta superar, hoy en día, los 150.000 empleos directos que conforman la gran familia Inditex. Con la impronta de la humildad y la sencillez Ortega diseñó un modelo de negocio que hoy se estudia en universidades de todo el mundo. Y todo esto lo hizo desde aquí, desde La Coruña para orgullo de todos los coruñeses, gallegos y españoles, que cuando viajamos por el mundo presumimos frente a los escaparates del grupo como si fuera algo nuestro. Sin duda la ciudad de La Coruña fue el laboratorio donde Ortega empezó a comprobar que su idea estaba llamada al éxito. Y así pasaron los años y su empresa fue creciendo exponencialmente y con ella los empleos y la riqueza que el Inditex genera en todo el mundo. 
Quiero que piensen que el camino habrá estado lleno de problemas y adversidades, pero el talento de sus promotores y especialmente el liderazgo de Amancio Ortega fue superando todos los nubarrones que les acompañaron en el camino. En 2017 y más allá de nuestra Torre de Hércules podemos decir que es gracias a Inditex que La Coruña sea reconocida e identificada en todos los rincones del planeta. El éxito ha sido tal que hoy Amancio Ortega figura en la lista Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo. Y yo le felicito por ello. Porque su éxito económico es el fruto de su trabajo, de sus méritos y del enorme talento que ha demostrado a la hora de crear los equipos humanos que le han acompañado, muchos desde los inicios, para convertir al Grupo en líder mundial. 
No hubo atajos, ni trampa y sí algún cartón, el de las cajas en las que embalan cada día sus productos para distribuirlos por todo el mundo. Con el triunfo en la mano Ortega mantiene su discreción y aún hoy mantiene su mesa de trabajo entre las de sus empleados que lo perciben con cercanía y admiración. Miles de jóvenes han encontrado en la empresa de Ortega, la manera de encauzar su vida profesional y todos ellos se sienten partícipes del éxito siendo el propio Ortega el primero que les reconoce, en todos los sentidos, sus aportaciones. 
Llegados aquí, aquel humilde empleado de Gala decide compartir con la sociedad lo que por derecho es suyo y sin pensarlo dos veces realiza generosas donaciones que la mayoría agradecemos y unos pocos resentidos sociales desprecian. Que conozcamos, ha entregado más de quinientos millones de euros donados a causas nobles, que salvan vidas, quizás la nuestra o la de nuestros hijos y quizás también la de aquellos que hoy desprecian su generosidad. Por qué, además, paga religiosamente sus impuestos. Por todo ello, gracias, Ortega.

Gracias, Ortega

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